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   VIVENCIAS DE UN NOTARIO QUE RESPONDE COMO TESTIGO POR 50ª VEZ

María Adoración Fernández Maldonado, Notaria de Albacete

 

       (¿Una sonrisa?... y una ficción...).

 

    A última hora del viernes, Alfredo, concluida ya una semana en la que la documentación había sido bastante escasa y compleja, como era la tónica habitual en los últimos meses, echó un vistazo a la agenda de la semana próxima, un poco por organizarse, un poco con la esperanza de que fuera algo más animada de trabajo, para qué engañarse. La agenda, sin embargo, no iba a darle ninguna alegría: tenía dos días en blanco, martes y miércoles en los que se anotaba, “testificación en Marulanda” -martes; testificación en “Portañedo”, miércoles. ¡Lo había olvidado por completo!

   Llamó al empleado encargado de las matrices para ver cómo se iban a organizar esos dos días (o tres, pensando en el viaje de vuelta desde Portañedo) y para llamar a un compañero de plaza que pudiera sustituirle. Sin embargo, esta vez no iba a resultar muy sencillo. Su compañero tenía un acta de Junta General de sociedad y no podría atender los dos despachos, por lo que la sustitución tendría que pasar a ser una ausencia forzosa del despacho y, por tanto, imposibilidad de trabajar esos dos o tres días. Los autónomos sabemos qué significa no trabajar, pensó para sus adentros, sintiéndose impotente ante las inexorables citas de la agenda. Había remitido lo que él consideraba un muy fundado y razonado escrito de oposición a ser testigo, pero, en un caso no hubo respuesta, y en el otro la juez no consideró oportuno atenderlo. Así llevaba ya 48 veces, casi todas, por fortuna, tenían lugar en la ciudad en la que trabajaba, pero aquello empezaba a convertirse para él, lejos de una rutina, en un calvario.

   Todas las testificaciones tenían un mismo objeto: escrituras de préstamos hipotecarios en las cuales había cláusulas suelo y en las que, a veces el deudor, a veces la entidad acreedora, querían que repitiese ante el Juez lo mismo que la propia escritura que todos tenían a la vista decía claramente, a su entender.

   Empezaba a notar cómo su ánimo iba decayendo de vez en vez; un cliente amigo y médico le recomendó unas vitaminas que no había tomado; pero sería cosa de pensarlo ahora.  El fin de semana transcurrió con cierta inquietud para él: viajar le ponía nervioso incluso para hacer turismo.

   El martes acudió a Marulanda, situado a unas dos horas de viaje de su despacho, y contestó a las mismas preguntas que las 47 veces anteriores. Llegó a casa cansado y preparó una pequeña maleta ante la eventualidad de que el viaje a Portañedo le exigiese pasar noche en un hotel. La sola idea le hizo sentirse mucho más cansado y durmió muy mal.

   Muy de madrugada, preparado para iniciar el viaje en coche, de unas 4 horas de duración, miró aquella caja de vitaminas y pensó que nada perdía por tomar una, lo que hizo sin mucho entusiasmo. Al llegar a la aún somnolienta ciudad, se perdió varias veces y optó por aparcar el coche y coger un taxi. A esas horas, antes de testificar, necesitaba un buen café y había llegado con suficiente antelación. Encontró una cafetería llena de gentes que conjuraban el sueño de la todavía casi madrugada con un café fuerte cuyo olor le hizo sentir mejor. A su lado, un hombre recio, cuya mirada, pensó nuestro notario, llevaba consigo la historia de muchas vidas iguales que sostienen en silencio un país, sin pedir nada más que la posibilidad de seguir adelante, de aportar a la familia lo necesario, sin saber siquiera lo valiosos que son, ese hombre recio estaba pidiendo un carajillo.  Nuestro notario recordó su primer destino, hacía ya 35 años,  Tierrablanda de Arcedilla , el pequeño pueblo de 1.600 habitantes, donde labrar una tierra dura y poco rentable era la única opción, antes de que los nuevos tiempos hubieran llevado al municipio a ser declarado lugar de interés turístico por la conservación del mulo español, con la consiguiente reubicación de los labradores en autónomos y sufridos propietarios de bares, de escasa afluencia últimamente según le contaban sus viejos conocidos de allí. Recordó que desayunaba en el bar de la plaza unas porras bañadas en aceite y azúcar que le hicieron ganar todos los kilos que la oposición le había quitado, a las que añadía el carajillo que todos tomaban, porque su abuela siempre le dijo que “allí donde fueres, haz lo que vieres”.

   Esta nostálgica evocación de un tiempo distinto donde firmaba casi las mismas escasas escrituras que ahora, pero no dudaba que esas escrituras surtían efectos y satisfacían a las partes como el final del proceso que iniciaba un apretón de manos, le llevó sin pensarlo a pedirse el rememorado carajillo. El joven médico que le recomendó las vitaminas nunca había debido probar esto: ¡qué energía inmediata, qué bien se sentía, por fin!

   Guarnecido el ánimo por cierto espíritu y ardor guerrero, del que él mismo no era muy consciente, se personó en el Juzgado; recordó que era la quincuagésima vez que lo hacía por la misma causa....

 

   Juez.- Nombre y apellidos:

   Notario.-Alfredo Rodríguez Sánchez

   Juez.- ¿Jura o promete decir la verdad?

 Notario.- Señoría, no es que jure o prometa eso, es que mi profesión es decir la verdad.

Juez.- ¿Ejerce como notario en Lahiguera Grande?

Notario.- Lo poco que los tiempos me dejan, señoría, sí

Juez.- ¿R.. (es interrumpida por el Notario con su pregunta)

Notario.- Perdón, señoría, ¿puedo sentarme?

Juez.- ¿Padece alguna minusvalía que le obligue a ello?

Notario.- No señoría, pero soy el único que está de pie en esta sala: Vd, por supuesto, está sentada, los demandantes, los demandados, los abogados e incluso el público presente lo está. No creo estar acusado de ningún delito de lesa humanidad, es más, las leyes me califican como autoridad pública, pese a lo cual me encuentro discriminado y maltratado en esta posición.

Juez.- Permanecerá en pie

Notario.- Como estudioso del Derecho, no se ofenda si le pregunto en qué norma se dice que debo estarlo.

Juez.- Yo ordeno el procedimiento

Notario.- Nada, nada, entonces, nada

Juez.- ¿Ha intervenido Vd en esta escritura de préstamo hipotecario? (le acercan una copia de escritura fechada 5 años atrás)

Notario.- No señoría, yo no intervengo escrituras, autorizo escrituras, razón por la cual le remití un escrito en el que le hacía saber que no soy adecuado como testigo, porque asumo la autoría de la documentación de un negocio que las partes otorgan y por tanto lo considero válidamente formalizado, pues en ello radica la razón de la existencia del notariado.

Juez.- El préstamo hipotecario contiene una “cláusula suelo” para el tipo de interés, que el deudor manifiesta que no le fue leída ni explicada, ¿la leyó Vd?

Notario.- Su señoría y las partes disponen de una copia de la escritura, que imagino que han leído con antelación, si bien quizás no han llegado a leerla por completo. Al igual que sucede en las novelas de Agatha Christie, la solución a ciertos enigmas está en el final: ¿me permite la copia? (se la acercan). Mire, aquí justito, en la última página dice : Leo esta escritura a los otorgantes, por su elección, una vez advertidos de su derecho a leerla por sí, al que renuncian y, enterados de su contenido, la ratifican, consienten y firman; doy fe.

  Diría que aquí está la respuesta a cuantas dudas hayan podido traerme hasta aquí.

Juez.- Pero, ¿Vd explicó la escritura a las partes y se cercioró de que la entendían?

Notario.- Señoría, cuando una escritura ocupa como en estos tiempos 42 folios, claro que hay que explicarla, y claro que lo hago. Ahora bien, quizás recuerde las clases de matemáticas (en mi caso de álgebra), cuando el profesor explicaba aquellas parábolas y la x-y+z que tan claramente determinaban esa curva, y al terminar nos preguntaba a los alumnos si lo habíamos entendido y todos contestamos que sí. ¿Cómo saber si los alumnos no dicen la verdad porque quieren salir ya al recreo o, en este caso, los otorgantes quieren irse a hacer sus cosas?

  Pues verá, nosotros, (o al menos yo) suelo rematar como el profesor: si tienen Vds. alguna duda, aquí me tienen para cualquier cuestión, con suerte durante unos cuantos años de los 30 que dura su hipoteca.... pero señoría, ¡nunca vienen! ¿Qué debo pensar?

Juez.- El testigo ha terminado. Puede retirarse

Notario.- Gracias señoría.

 

   Nuestro buen notario salió contento del Juzgado: hoy se había reconciliado con su vocación, había recordado que llevaba 35 años dispuesto a escuchar, explicar y autorizar cuando las partes libremente acudían a su despacho, y que el signo de los tiempos, la ilimitada desconfianza que se cierne sobre todo, no podía hacerle dudar a él sobre aquello que hacía y en lo que creía: dar fe. Pensándolo bien, mañana intentaría hacer aún mejor su trabajo, posiblemente todos teníamos que aprender a hacer las cosas de otra forma, eso sí, con la misma esencia.

   Y tal vez mañana desayunase otra vez ese maravilloso carajillo...

 Publicado el 16 de julio de 2014   

 

VER RESOLUCIÓN DE 6 DE JUNIO DE 2014

 

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