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Apuntes Literarios

Apuntes literarios

PEDRO ÁVILA NAVARRO, NOTARIO Y REGISTRADOR

 

En este archivo, Pedro Ávila irá incorporando, en formato breve, observaciones, comentarios, anécdotas que han activado su imaginación al tiempo que disfrutaba de la lectura. 

 

Dante en el Infierno
Apuntes Literarios de Pedro Ávila: Dante en el Infierno

Retrato de Dante por Sandro Botticelli (1495)

     En el canto III de la Divina Commedia, Dante se presenta con Virgilio a las puertas del infierno.

     La visita no era extraña en la antigüedad clásica:

     Odiseo ya había visitado en el Hades a los héroes homéricos, que vivían allí una vida exánime, despojada de su vieja gloria; allí encontró a su madre: tres veces intentó abrazarla, y tres veces se desvaneció entre sus brazos como sombra o sueño: Esta es la condición de los mortales cuando fallecen: los nervios ya no mantienen unidos la carne y los huesos, pues los consume la viva fuerza de las ardientes llamas tan pronto como la vida desampara la blanca osamenta; y el alma se va volando, como un sueño (Odisea, canto XI).

     Incluso el gran Aquiles, que había elegido morir joven cubierto de gloria a vivir largos y anodinos años, ahora, ya muerto, le dice a Odiseo: No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferiría ser un esclavo labrador, o un indigente sin medios para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos (Odisea, canto XI).

     A su vez, Virgilio había hecho bajar al Averno a Eneas en busca de su padre Anquises, el que fue envanecido amante de Afrodita; y la sibila había advertido que es fácil bajar al Averno, porque la puerta del negro Plutón está abierta día y noche; lo difícil es volver sobre tus pasos y salir de nuevo a la luz. También por tres veces el hijo intentó abrazar al padre, y tres veces la sombra asida en vano se le fue de las manos como un aura leve, como un sueño alado (Eneida, VI).

     Pero el infierno cristiano de Dante es peor aún que el clásico; sobre la vieja puerta de Plutón, ahora dominio de Lucifer, encuentra Dante, escritos con parole di color oscuro, unos versos terribles:

Per me si va ne la città dolente,
per me si va ne l’etterno dolore,
per me si va tra la perduta gente. (1)
 
Giustizia mosse il mio alto fattore;
fecemi la divina podestate,
la somma sapienza e ‘l primo amore. (2)
 
Dinanzi a me non fuor cose create
se non etterne (3), e io etterno duro.
Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate.
 
Por mí se va hacia la ciudad doliente,
por mí se va al eterno dolor,
por mí se va tras la gente perdida.
 
La justicia movió a mi alto hacedor,
me crearon la divina potestad,
la suma sabiduría y el primer amor.
 
Antes de mí no hubo nada creado,
sino lo eterno, y yo eternamente duro.
Oh, los que aquí entráis, abandonad toda esperanza.

 

(1) La «perduta gente», los condenados, «le genti dolorose ch’hanno perduto il ben dell’intelletto».

(2) «La divina podestate», el Padre; «la somma sapienza», el Hijo; «il primo amore», el Espíritu Santo.

(3) Sólo los ángeles fueron creados antes que el infierno; así, el infierno nació como castigo para los ángeles caídos, no para el hombre, aunque luego se convirtiera éste en su principal cliente.

     Pero no todo es tan solemne en la vida y en la obra de Dante; cuando salió de Florencia (ciudad que ahora lo glorifica, pero que en vida lo martirizó), estuvo refugiado, entre otros muchos sitios, en casa de un amigo, Guido Selvatico, prohombre güelfo de Casentino. El amable huésped tenía una mujer muy hermosa, y es lástima que su virtud no corriera pareja con su hermosura: la mujer recibía a menudo las visitas de un fraile del lugar, que se encerraba con ella largas horas, so pretexto de guía y auxilio espiritual. Dante, considerándose obligado a vigilar el honor de su amigo, puso a éste sobre aviso y le preguntó si realmente creía que en las visitas no había nada pecaminoso; la respuesta del noble no tiene desperdicio:

     –Por lo que respecta al fraile, pongo la mano en el fuego.

     No obstante, Dante escribió unos versos de alarma, que Selvatico esculpió en las paredes del palacio cuando –el último, como le pasa a los maridos– descubrió que estaba a punto de quemarse la mano:

Chine la pelle di un monton fasciasse
un lupo, e fra le pecore’l mettesse,
dimmi, cre’tu, perche monton paresse
ched’ei però le pecore salvasse?
 
Quien con piel de un carnero disfrazara
a un lobo, y entre ovejas lo pusiese,
di, ¿crees, porque carnero pareciese,
que a todas las ovejas las salvara?

 

     No hay más noticias del incidente; pero sí se sabe que Dante no encontró en el infierno ni a la mujer ni al fraile.

 

Cervantes, Poeta
Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares.

Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares.

   Cervantes tenía su cierto complejo de inferioridad ante Lope de Vega; por una parte, porque iba vendiendo, bien que mal, sus comedias, hasta que el éxito y el monopolio del caudaloso Lope le trajeron la ruina; por otra, porque Lope era un poeta, que entonces era lo más que se podía ser en literatura, y a Cervantes parece que no se le daba bien el verso:

Yo que siempre me afano y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo…
 

    La rivalidad entre los dos trascendió al mundo de las letras: El anónimo autor del «Quijote de Avellaneda» insulta a Cervantes: Soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos; y defiende a Lope: En los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras, y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e innumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo, y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar.

     Cervantes contesta en el prólogo de la segunda parte de «El Quijote»: Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga; y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza; y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años».

   Y lanza una andanada contra Lope: «He sentido también que me llame invidioso, y que, como a ignorante, me describa qué cosa sea la invidia; que, en realidad de verdad, de dos que hay, yo no conozco sino a la santa, a la noble y bien intencionada; y, siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañose de todo en todo: que del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa…; todo el mundo sabía que «la ocupación continua y virtuosa» de Lope era perseguir a las mozas de Madrid.

   Y si alguna duda queda de la ironía de Cervantes, la despeja Maese Pedro en el capítulo XXVI: No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo que no se le halle. ¿No se representan por ahí, casi de ordinario, mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera, y se escuchan no sólo con aplauso, sino con admiración y todo?

            Sobre la prosa de Cervantes está todo dicho; pero cabría discutir sobre Cervantes poeta; léanse antes estos versos:

Tú mismo te has forjado tu ventura,
Y yo te he visto alguna vez con ella,
pero en el imprudente poco dura.
Mas si quieres salir de tu querella,
alegre, y no confuso, y consolado,
dobla tu capa, y siéntate sobre ella.
Que tal vez suele un venturoso estado,
cuando le niega sin razón la suerte,
honrar más merecido que alcanzado.»
Bien parece, señor, que no se advierte
le respondí, que yo no tengo capa.
El dijo: «Aunque sea así, gusto de verte.
La virtud es un manto, con que tapa
y cubre su indecencia la estrecheza,
que exenta y libre de la envidia escapa.

 

            Hay poemas en prosa y hay prosa en poemas.

 

Valle Inclán

De Valle Inclán, en la «Sonata de Estío»:

Ramón María del Valle Inclán. Por Carmelmm

Ramón María del Valle Inclán. Por Carmelmm

       Y repentinamente entristecido, incliné la cabeza sobre el pecho. No quise ver más, y medité, porque tengo amado a los clásicos casi tanto como a las mujeres. Es la educación recibida en el Seminario de Nobles. Leyendo a ese amable Petronio, he suspirado más de una vez lamentando que los siglos hayan hecho un pecado desconocido de las divinas fiestas voluptuosas. Hoy, solamente en el sagrado misterio vagan las sombras de algunos escogidos que hacen renacer el tiempo antiguo de griegos y romanos, cuando los efebos coronados de rosas sacrificaban en los altares de Afrodita. ¡Felices y aborrecidas sombras: Me llaman y no puedo seguirlas! Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentación de los poetas, es para mí un fruto hermético. El cielo, siempre enemigo, dispuso que sólo las rosas de Venus floreciesen en mi alma y, a medida que envejezco, eso me desconsuela más. Presiento que debe ser grato, cuando la vida declina, poder penetrar en el jardín de los amores perversos. A mí, desgraciadamente, ni aun me queda la esperanza. Sobre mi alma ha pasado el aliento de Satanás encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma ha pasado el suspiro del Arcángel encendiendo todas las Virtudes. He padecido todos los dolores, he gustado todas las alegrías: He apagado mi sed en todas las fuentes, he reposado mi cabeza en el polvo de todos los caminos: Un tiempo fui amado de las mujeres, sus voces me eran familiares: Sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: El amor de los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner.

            La interpretación malévola dice que Valle-Inclán llegó a esa conclusión negativa después de haber probado las dos cosas.

Del ABC, 03-02-2002: «Cien años después de la publicación de su primera sonata, la de otoño, llegan al ruedo ibérico las Obras Completas de don Ramón del Valle‑Inclán, Marqués de Bradomín. Espasa y las cuatro ramas de la familia han conseguido, tras varias décadas, reunir en dos tomos todo el ‘recado de escribir’ del maestro de las palabras. En el primero está la prosa y en el segundo hay teatro, poesía, artículos y cuentos […] Cuando se cumple un siglo de la aparición de ‘Sonata de otoño’, ve la luz, reunida en dos volúmenes, toda la labor literaria del genio de los botines blancos. Joaquín del Valle‑Inclán, hijo del actual Marqués de Bradomín y nieto de don Ramón, ha esculpido con pasión de amanuense el edificio de estas Obras Completas. Durante más de dos décadas ha peregrinado por Argentina, Bolivia, Chile, México y Cuba, donde el autor de ‘Tirano Banderas’ principió sus duelos y quebrantos literarios. Allí recabó datos biográficos sobre su abuelo, así como las entrevistas y conferencias que dio en sus viajes, principalmente en 1910 y 1921. Algún tiempo antes, sufría Valle un quebranto físico: la pérdida de su brazo izquierdo en una refriega o justa o fusta con Manuel Bueno. El bueno de don Ramón recibió un bastonazo del señor Bueno con tan mala fortuna que un gemelo de su camisa se le incrustó en su extremidad. El gemelo le produjo una infección. Hubo que amputar, ‘como el puntazo de un torero’, comenta su hijo, el doctor Carlos del Valle‑Inclán».

            (Ejercicio crítico para jóvenes aficionados a la Lengua: ¿Qué significa realmente recado de escribir? ¿Y duelos y quebrantos?)

            He aquí, por lo demás, dos trozos de Don Ramón María que aparecen en el mismo artículo:

            El primero, de su autopresentación:

Este que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: Don Ramón María del Valle‑Inclán. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos, y soldado en tierras de la Nueva España. Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se enganchaban en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y de fortuna. Como los capitanes de entonces, tengo una divisa, y esa divisa es como yo, orgullosa y resignada: ‘Desdeñar a los demás y no amarse a sí mismo’. Hoy, marchitas ya las juveniles flores y moribundos todos los entusiasmos, divierto penas y desengaños comentando las Memorias amables que empezó a escribir en la emigración mi noble tío el marqués de Bradomín. ¡Aquel viejo, cínico, descreído y galante como un cardenal del Renacimiento! (De la serie «Juventud militante. Autobiografías», en la revista madrileña «Alma española», 27 de diciembre de 1903).

            El segundo, de su poema «Testamento», escrito en la clínica donde murió:

Caballeros, ¡salud y buena suerte!
Da sus últimas luces mi candil.
Ha colgado la mano de la muerte
papeles en la torre de marfil.
Regalo al tabernero de la esquina
mi cetro y mi corona de papel.
Las palmas, al balcón de una vecina
y a una máscara loca el oropel.

 

Puccini-Giacosa-Illica
Apuntes Literarios. Pedro Ávila Navarro.

Giacomo Puccini

Hasta la mitad del siglo XIX, Japón había mantenido su milenaria cultura aislada del resto del mundo, sin más que la tímida presencia de misioneros portugueses y españoles y la menos tímida de algunos comerciante holandeses; pero en la segunda mitad del XIX, por la presión de las potencias occidentales establecidas en el Pacífico, se vio obligado a abrirse a occidente; y lo hizo de una manera muy oriental: en un solo puerto: Nagasaki; que, en el tratado de Kanagawa (1859) fue declarado puerto franco.

Desde entonces fue muy visitado por barcos occidentales, y muchos de los marinos que tocaban allí aprovechaban la oportunidad que les brindaba la legislación japonesa, de un matrimonio temporal o, como en la obra de Puccini, comprando una esposa y una casa, las dos «per novecentonovantanove anni, con facoltà, ogni mese, di rescindere i patti», por 999 años, con facultad cada mes de rescindir el contrato; la esposa, «una ghirlanda di fiori freschi, una stella dai raggi d’oro; e per nulla: sol cento yen», una guirnalda de flores frescas, una estrella de rayos de oro, y todo por nada, sólo cien yenes. Cuando el barco partía, el marino se olvidaba del contrato, de la casa, de la esposa y del niño que normalmente llegaba. La pobre japonesita, que había entregado alma, vida y corazón, quedaba abandonada, llorando la ausencia; y no era infrecuente que alguna de ellas se quitase la vida…

Una de estas japonesas, abandonada por un marino americano, parece que fue Tsuru Yamamura; era de una familia de samurais, y solía llevar en su kimono el emblema o escudo de su familia, que era una figura en forma de mariposa. Su historia fue llevada a Estados Unidos por un matrimonio de misioneros y publicada en una revista por el escritor John Luther Long; tuvo mucha difusión, y un dramaturgo americano, David Belasco, escribió sobre ella una obra de teatro que se estrenó en Nueva York y en Londres en 1900.

En el mismo año 1900 Puccini viajó a Londres al estreno de Tosca; y fue a ver la obra sobre la pequeña geisha japonesa; no sabía una palabra de inglés, de manera que sólo pudo hacerse una idea aproximada del argumento; pero fue suficiente para darse cuenta de sus posibilidades dramáticas para una ópera. Tras el tira y afloja con el autor y la traducción al italiano, Giacosa e Illica se pusieron a trabajar en el libreto y Puccini en la música, para componer una de las historias de amor y de muerte más hermosas y más trágicas que ha producido el ingenio humano.

Este fragmento corresponde a un momento en que, después de tres años de ausencia del marino americano, Madama Butterfly, contra toda evidencia y toda sensatez, mantiene su fe inquebrantable en el regreso, frente a la fiel sirviente Suzuki, que se preocupa por la estrechez de sus finanzas:

Un bel dì vedremo
levarsi un fil di fumo
sull’estremo confin del mare.
E poi la nave appare.
Poi la nave bianca
entra nel porto, romba
il suo saluto. Vedi?
E venuto!
Io non gli scendo incontro.
Io no. Mi metto là
sul ciglio del colle e aspetto,
e aspetto gran tempo
e non ml pesa
la lunga attesa.
E… uscito dalla folla cittadina
un uom, un picciol punto,
s’avvia per la collina
Chi sarà? chi sarà?
E come sarà giunto-
che dirà? che dirà?
Chiamera Butterfly
dalIa lontana.
lo senza dar risposta
me ne starò nascosta
un po’ per celia
e un po’ per non morir
al primo incontro.
Ed egli alquanto in pena
chiamerà chiamerà:
Piccina mogliettina.
olezzo di verbena
–i nomi che mi dava
al suo venire–.
Tutto questo avverrà,
te lo prometto.
Tienti le tua paura.
Io con sicura fede l’aspetto.
 

Un hermoso día veremos elevarse un hilo de humo en el horizonte.

Después la nave aparece. La nave blanca entra en el puerto. Zumba su saludo.

¿Ves? ¡Ha venido!

Yo no bajo a su encuentro; no. Me quedo allí, en la cumbre de la colina, y espero; espero mucho tiempo; pero no me pesa la larga espera.

Y… salido de la muchedumbre ciudadana, un hombre, un pequeño punto, sube por la colina.

¿Quién será? ¿quién será? Y cuando llegue cerca, ¿qué dirá? ¿qué dirá?

Llamará desde lejos: ¡Butterfly!

Yo, sin responder, me quedaré escondida; un poco por broma y poco por no morir al primer encuentro.

Y él, un poco preocupado, llamará, llamará: Pequeña mujercita, perfume de verbena (los nombres que me daba cuando llegó).

Todo esto pasará, te lo prometo; contén tu miedo. Yo, con fe segura, lo espero.

Pero cuando Pinkerton regresa, es acompañado de «una vera sposa americana» y con la intención de llevarse al niño. Butterfly se hace el hara-kiri con el mismo cuchillo con que lo hizo su padre.

La verdadera Tsuru Yamamura no se suicidó; y su hijo, si es que se fue con su padre, volvió luego a Nagasaki; la historia registra su nombre: Tomisaburu Kuraba; quizá fue un notable samurai, siguiendo la tradición de la familia. De manera que Puccini, Giacosa e Illica fueron más crueles con su Butterfly que la vida con la verdadera Tomisaburu; quizá por eso se vieron obligados a escribirle una carta, humorística y sentimental a la vez, en la que le pedían perdón por verse obligados a hacerla morir en escena.

Los problemas de todas las Butterflies de Nagasaki se acabaron el 9 de agosto de 1945, cuando los Estados Unidos les dejaron caer encima una bomba atómica.

 

Garcilaso de la Vega

Leer en voz alta, por favor:

Apuntes Literarios de Pedro Ávila: Garcilaso de la Vega.

Supuesto retrato de Garcilaso de la Vega. Por Jacopo Carucci Pontormo

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas! 
 
¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habíais de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
 
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes; 
 
si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
 

Debe prestarse atención al primer cuarteto, donde aparecen unas prendas que a veces se encuentran «por mí mal halladas» y otras como «por mi mal halladas»: la prosodia admite las dos formas y sólo la acentuación italiana de los sonetos impone el «mi» adjetivo y no pronombre. Y aparece también un con ella en mi muerte conjuradas que hoy puede parecer confuso: significa que prendas y memoria se han conjurado para darme muerte.

Obsérvense también los tercetos, donde el ritmo de los verbos (en formas hoy obsoletas), prepara el quiebro en un adjetivo final.

El interés del soneto se acrecienta por el hecho de que lo empieza a recitar Don Quijote en el capítulo XVIII de la segunda parte, al entrar en la casa del Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda:

Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo:

            ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
            dulces y alegres cuando Dios quería!
            ¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!

 

 

Rubén Darío y sus clásicos

Responso

Apuntes Literarios: Rubén Darío.

Rubén Darío en 1915.


Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento mágico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, que coros condujiste
hacia el propileo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor! (1)
 
Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera,
de amor, si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne,
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí. (2)
 
Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos
o la armonía dulce de risas y de besos
y de culto oculto y florestal. (3)
 
Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel;
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
¡bajo un simbólico laurel! (4)
 
Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche,
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión. (5)
 
De noche en la montaña, en la negra montaña
de las visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste,
de una extrahumana forma la melodía ajuste
a la armonía sideral. (6)
 
Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz! (7)

 

            (1) y (2) El responso se escribe por Rubén Darío a la muerte de Verlaine, que había sido su maestro.

            Liróforo, portador de la lira.

            Siringa, flauta compuesta de varios trozos de caña de distinta longitud. La ninfa Siringe, perseguida por Pan, se transformó en caña, con la que el burlado perseguidor se hizo la flauta.

            Sistro, instrumento músico de metal en el que, al agitarlo, retiñen unas varillas al golpear contra un aro fijo.

            Propileo, columnata previa a un recinto sacro, como la que hay a la entrada de la Acrópolis.

            Pan es el dios de los pastores y de los rebaños. Tiene piernas de macho cabrío, lo que le da gran agilidad en el monte, y cuerpo de hombre, un poco deforme; es bicorne. La siringa es su atributo, por las razones dichas; el sistro, la lira y tambor, no tanto.

            Su nacimiento es oscuro: según unos, es hijo de Hermes y de una señora que, debido a su aspecto monstruoso, lo abandonó al nacer; su padre lo llevó al Olimpo y allí, todos (pan=todos) los dioses se regocijaron al verlo; según otros, era hijo de Penélope, la esposa de Odiseo, que, en ausencia de éste, lo engañó con todos (otra vez pan=todos) los pretendientes; pero la supuesta infidelidad de Penélope resulta injuriosa y absolutamente inaceptable. Quizá sea más acertada la tercera versión, que hace a Pan hijo del pastor Cratis y de una cabra; eso deja sin explicar su nombre, pero explica perfectamente su anatomía.

            (3) Filomela era una princesa ateniense a la que su cuñado violó; y, para que no pudiera denunciarlo, le cortó la lengua; huyendo de él, los dioses le permitieron escapar transformándola en pájaro. Según unos, en golondrina, que por eso pía entrecortadamente, como si quisiera contar su tragedia sin conseguirlo. Según otros, en ruiseñor, y sus argumentos también parecen poderosos, porque el ruiseñor, aún hoy, no puede sacar la lengua; esta versión casa mejor con la Filomela símbolo de la música y la armonía.

            (4) Canéfora es una muchacha portadora de un cesto; el acanto es una planta con hoja largas y rizadas, símbolo de gloria, que figura en el capitel corintio.

            Citérea es uno de los nombres de Afrodita, a la que los romanos y nosotros llamamos Venus; se debe a que esta diosa nació cerca de la isla Citera, que hoy apodan los griegos «isla de los canguros», por sus numerosos emigrantes a Australia que vuelven de vacaciones en verano. Mucho antes de eso, Cronos había cortado los genitales a Urano y los había arrojado al mar; del semen divino, mezclado con la espuma del mar, nació la hermosa Afrodita; nació montada en el enorme falo de Urano, pero como la imagen no quedaba muy bien, los artistas del Renacimiento, en una especie de «photoshop» anticipado, la colocaron sobre una concha de vieira gallega, que en esa época habían hecho muy popular los peregrinos a Santiago. Dice Homero que era amante de la risa (Afrodita, no Santiago), y quizá lo dice despreciativamente, por despecho de que la diosa se pusiera de parte de los troyanos en la guerra de Troya; pero no podía ser de otra forma: Eneas, uno de los héroes troyanos, era su hijo (engendrado en una aventurilla pasajera con Anquises, al que se encontró en el monte Ida, y no pudo resistir…; pero eso merece capítulo aparte). Sea como fuere, el corazón se alegra de ver la imagen de Afrodita sobre el mar, en su concha, empujada por los Céfiros hacia la isla…

            El laurel era símbolo de Apolo; en griego se dice dafne. Porque Dafne era una ninfa a la que Apolo cortejaba; ella se resistía y, también escapando, como Filomela, fue convertida en laurel; en los cuadros se ve la chica con la manos estallando ya en verdes hojas, al principio de la violenta metamorfosis. Apolo no pudo hacer otra cosa que coronarse de laurel, lo más parecido, aunque muy remotamente, a su primitiva pretensión.

            Ovidio cuenta cómo la ninfa pide su propia transformación a su padre Peneo y cómo la transformación se produce (Metamorfosis 1, 545–552):

«Fer pater» inquit «opem! Si flumina numen habetis,
Qua nimium placui, mutando perde figuram!»
Vix prece finita torpor gravis occupat artus:
Mollia cinguntur tenui praecordia libro,
In frondem crines, in ramos bracchia crescunt;
Pes modo tam velox pigris radicibus haeret,
Ora cacumen habet; remanet nitor unus in illa.
 
«¡Ayúdame, Padre! –dijo– si los ríos tenéis un poder divino,
cámbiame esta figura por la que he agradado demasiado!»
Apenas acabada su oración, una pesada torpeza invade sus miembros;
los blandos pechos se le cubren de tenue corteza,
los cabellos se vuelven frondas, los brazos, ramas;
los pies, antes tan ágiles, se convierten en inertes raíces,
la cabeza, en copa del árbol; pero permanece en ella el mismo resplandor.

 

             Y cómo Febo Apolo queda burlado (553–556):

Hanc quoque Phoebus amat positaque in stipite dextra
Sentit adhuc trepidare novo sub cortice pectus
Conplexusque suis ramos, ut membra, lacertis
Oscula dat ligno: refugit amen oscula lignum…
 
Incluso así la ama Febo, y cuando apoya en el tronco su mano derecha
siente todavía temblar el pecho bajo la corteza nueva
y, abrazando las ramas como si fueran miembros,
besa la madera; pero la madera rechaza sus besos.

 

            También lo cuenta Garcilaso de la Vega en su soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornavan
los cabellos que el oro oscurecían;
 
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
 
Aquél que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol,
que con lágrimas regaba.
 
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

 

            El vino, la leche y la miel se ofrecían en los sacrificios; la miel era muy preciada, porque los griegos no conocían el azúcar, y menos la sacarina, pero era pringosa y difícil de manejar para los sacerdotes.

            (5) Las náyades son las ninfas de agua dulce (las de agua salada son nereidas); las náyades son doncellas espirituales de ojos verdes, recuérdese la rima de Bécquer: verdes los tienen las náyades…; son hijas de los ríos; son huidizas y desdeñan el amor; toda fuente que se precie tiene, por los menos, una. Es mejor no intentar verlas, y mucho menos perseguirlas, porque su cólera puede producir locura; Nerón tuvo grave enfermedad por bañarse en la fuente de la ninfa Marcia. 

            (6) Los sátiros, que en Roma se llamaban faunos, son genios de la naturaleza, asistentes de Dionisos-Baco. Como Pan, son híbridos de hombre y macho cabrío, pero con cola de caballo ondulante por detrás; y por delante, falo siempre presto, pero casi siempre burlado por las esquivas ninfas.

            La armonía sideral se refiere a la antigua creencia de que las estrellas estaban fijas en distintas esferas que giraban alrededor de la tierra; el roce de unas con otras producía una música celestial que se llamó música de las esferas. Si bien una esfera bastaba para explicar el movimiento aparente de las estrellas alrededor de la tierra, hacía falta otra para el sol, otra para la luna y varias más, articuladas entre sí, para explicar, no muy bien, el de los planetas (planeta en griego significa vagabundo). Los griegos conocían la redondez de la tierra y midieron su circunferencia con bastante exactitud (no así la del sol, que consideraban de tamaño aproximado al del Peloponeso); pero sus conocimientos se perdieron en la edad media, quizá en el incendio de la biblioteca de Alejandría, y hubo que empezar de nuevo; si Colón hubiera sabido las dimensiones reales quizás no se habría atrevido a emprender el viaje a Japón por Occidente.

           (7) Es el triunfo final de la mística cristiana frente a disolución pagana en el alma atormentada, en la esquizofrenia sacro-profana, de Verlaine.

 

Juan Ramón Jiménez, Saint–Exupéry, Melville y Vittorio Gassman

            En 1956 apareció en la prensa la noticia de la concesión del premio nobel a Juan Ramón Jiménez; y poco después, en 1958, la de su muerte, con la foto de su mascarilla. Quizá uno y otro suceso hicieron que llegara a manos de muchos lectores «Platero y yo», para los más viejos, en un tomito que Aguilar había editado como número 7 de la Colección Crisolín hacía algunos años (1953), adelantándose a aquellos dos sucesos. Muchos se empeñaban en considerarla una obra para niños, como una especie de «Le Petit Prince» español; el mismo autor, en su previa «advertencia a los hombres que lean este libro para niños»:

            Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién!…, para quien escribimos los poetas líricos… Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien! «Donde quiera que haya niños –dice Novalis– existe una edad de oro». Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta…

            Tras esta dulce advertencia, comienza el cuento:

            Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

            Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente son su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: «¿Platero?», y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…

            Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

            Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

            –Tien’ asero…

            Tiene acero. Acero de plata y luna, al mismo tiempo.

            Y, puesto que hablamos de libros infantiles para adultos, bueno será recordar, la historia del principito con la serpiente, de Antoine de Saint–Exupéry; pero antes, también una advertencia previa del autor:

            A Léon Werth Je demande pardon aux enfants d’avoir dédié ce livre a une grande personne. J’ai une excuse sérieuse: cette grande personne est le meilleur ami que j’ai au monde. J’ai une autre excuse: cette grande personne peut tout comprendre, même les livres pour enfants. J’ai une troisième excuse: cette grande personne habite la France où elle a faim et froid. Elle a bien besoin d’être consoleé. Si toutes ces excuses ne suffissent pas, je veux bien dédier ce livre a l’enfant qu’a été autrefois cette grande personne. Toutes les grandes personnes ont d’abord été des enfants. (Mais peu d’entre elles s’en souviennent.) Je corrige donc ma dédicace: A Léon Werth quand il était petit garçon.

            A Léon Werth Pido perdón a los niños por dedicar este libro a una persona mayor. Tengo una excusa seria: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Y tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene necesidad de ser consolado. Si todas estas excusas no bastan, quiero dedicar este libro al niño que fue en otro tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores han sido antes niños (pero pocas se acuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria: A Léon Werth cuando era niño.

            Le petit prince s’assit sur une pierre et leva les yeux vers le ciel:

            –Je me demande, dit–il, si les étoiles sont éclairées afin que chacun puisse un jour retrouver la sienne. Regarde ma planète. Elle est juste au–dessus de nous… Mais cornme elle est loin!

            –Elle est belle, dit le serpent. Que viens–tu faire ici?

            –J’ai des difficultés avec une fleur, dit le petit prince.

            –Ah! fit le serpent.

            Et ils se turent.

            –Où sont les hommes? reprit enfin le petit prince. On est un peu seul dans le désert…

            –On est seul aussi chez les hommes, dit le serpent.

            Le petit prince le regarda longtemps:

            –Tu es un drôle de bête, lui dit–il enfin, mince comme un doigt…

            – Mais je suis plus puissant que le doigt d’un roi, dit le serpent.

            Le petit prince eut un sourire:

            –Tu n’es pas bien puissant… tu n’as même pas de pattes, tu ne peux même pas voyager…

            –Je puis t’emporter plus loin qu’un navire, dit le serpent.

            Il s’enroula autour de la cheville du petit prince, comme un bracelet d’or:

            –Celui que je touche, je le rends a la terre dont il est sorti, dit–il encore. Mais tu es pur et tu viens d’une étoile…

            Le petit prince ne répondit rien.

            –Tu me fais pitié, toi si faible, sur cette Terre de granit. Je puis t’aider un jour si tu regrettes trop ta planète, Je puis…

            –Oh! J’ai très bien compris, fit le petit prince, mais pourquoi parles–tu toujours par énigmes?

            –Je les résous toutes, dit le serpent.

            Et ils se turent.

            El principito se sentó sobre una piedra y levantó los ojos al cielo:

            –Me pregunto, dijo, si las estrellas se encienden para que cada uno pueda un día encontrar la suya. Mira mi planeta. Está justo encima de nosotros. ¡Qué lejos está!

            –Es hermoso, dijo la serpiente. ¿A qué has venido aquí?

            –Tuve dificultades con una flor, dijo el principito.

            –¡Ah!, contestó la serpiente.

            Y permanecieron callados.

            –¿Dónde están los hombres?, prosiguió el principito. Se está un poco solo en el desierto.

            –Con los hombres también se está solo, dijo la serpiente.

            El principito la miró largo rato:

            –Eres un animal extraño, le dijo al fin, delgado como un dedo.

            –Pero soy más fuerte que el dedo de un rey, dijo la serpiente.

            El principito sonrió:

            –No eres muy fuerte, ni siquiera tienes patas, no puedes viajar…

            –Puedo llevarte más lejos que un navío, dijo la serpiente.

            Y se enroscó en el tobillo del principito como un brazalete de oro:

            –Al que yo toco, lo vuelvo a la tierra de donde salió, dijo entonces. Pero tú eres puro y vienes de una estrella…

            El principito no respondió nada.

            –Me das pena, sobre esta Tierra de granito. Puedo ayudarte si algún día añoras tu planeta. Puedo…

            –¡Oh! He comprendido, dijo el principito, pero ¿por qué hablas siempre con enigmas?

            –Yo los resuelvo todos, dijo la serpiente.

            Y se callaron.

            De jovenzuelo, y a raíz de los análisis gramaticales que tuve que hacerle en el colegio, compré de segunda mano un tomo de la «Obra Escojida» de Juan Ramón Jiménez (sí, escojida, con j, que Juan Ramón es Juan Ramón, y puede escribirlo como quiera, y como no se calle el corrector ortográfico se lo voy a añadir al diccionario como palabra buena). Se trataba (o se trata, que aún lo conservo) de un extraño tomo encuadernado en plástico celeste y dorado, que con el tiempo arrugaba los cantos, como la vida, y que ideó Aguilar para los premios nobel. Allí entré en la poesía en verso de Juan Ramón Jiménez:

            En ti estás todo, mar, y sin embargo…

            Muchos años después me la volví a encontrar en Barcelona: Vittorio Gassman ponía en escena, en el teatro griego de Montjuic, una adaptación monologada de «Moby Dick» de Herman Melville; y en medio de la magia del teatro, con el techo de estrellas, el obseso capitán Ahab, quizá como un brindis hacia el público de España, quebró con Juan Ramón; en perfecto castellano, la voz armoniosa, dura y cálida a la vez, de Gassman, parecía el mar fluyendo y refluyendo sobre las gradas clásicas:

            En ti estás todo, mar, y sin embargo…

            Léase en voz alta, como se debe leer la poesía, y marcando el flujo y reflujo; empecemos de nuevo:

Soledad
En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
con un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo sientes…
¡Qué plenitud de soledad, mar sólo!
 

            El poema pertenece al «Diario de un poeta reciencasado» (también reciencasado, todo junto), que encabeza con unos párrafos «del sánscrito»:

            El día de ayer no es sino un sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, de este día!

            Luego contaba Gassman en la televisión su vida de artista y su juventud calavera: en un teatro donde su compañía de cómicos hizo un alto, fueron muy mal tratados por el empresario, que finalmente se negó a pagarles; Vittorio le dejó una nota de despedida reprochándole su conducta y comunicándole: «Me he permitido tomar una dulce venganza: me he acostado con su mujer». Eso no me gustó; creo más en la máxima del gentleman inglés: «enjoy and shut up», goza y calla; las victorias de amor no se deben comentar con nadie, y mucho menos con el marido; están marcadas por la agridulce servidumbre del secreto.

            Creo que a la mujer adúltera tampoco le gustó la indiscreción.

            Ahab, dentro de su rudeza, era más sutil cuando luchaba con la ballena blanca que se convirtió en la obsesión de su vida:

            Amigos, sostenedme; porque al verter mis pensamientos sobre este leviatán, me fatigan y me agotan con su inmenso alcance.

            Melville publicó su Moby Dick en Nueva York en 1851; tenía la teoría de que para escribir un gran libro hacía falta un gran tema: Nunca se podrá escribir una gran obra sobre la pulga, aunque muchos lo intenten. Fiel a esta doctrina, se fue al extremo contrario de la pulga: la ballena blanca, Moby Dick. Resultó una novela de aventuras, de lucha del hombre con la ballena que años atrás se había llevado su pierna, y quizá también un manual para la caza de la ballena; la interpretó Gregory Peck en el cine, y parecía que todo quedaba ahí. Pero últimamente la crítica americana ha descubierto en ella un verdadero poema épico que nosotros no supimos ver (quizá porque ya se nos había pasado la época de los cantares de gesta) y una reflexión sobre el sentido de la vida como viaje y como lucha. Siempre se aprende algo.

FIN

(Continuará…)

 

SECCIÓN GENERAL RINCÓN LITERARIO

REDACCIÓN JURIDICA

BIOGRAFÍA DE PEDRO ÁVILA NAVARRO, PREMIO NOTARIOS Y REGISTRADORES 2014

 

NORMAS:   Cuadro general.     Por meses.     + Destacadas

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Lisura del Lenguaje. Notas de gramática y redacción jurídica 2

Indice:
  1.  

LISURA DEL LENGUAJE

Notas de gramática y redacción jurídica

Pedro Ávila Navarro

Segunda entrega:

 

Por deseo del autor, SE HA ACUMULADO ESTA ENTREGA A LA PRIMERA 

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Iremos sacando imágenes de los lugares en los que ejerció Pedro Ávila. Huete (Cuenca), fue su primer destino Los Jesuitas.. Por B25es

Iremos sacando imágenes de los lugares en los que ejerció Pedro Ávila. Huete (Cuenca), fue su primer destino Los Jesuitas.. Por B25es

Lisura del Lenguaje. Notas de gramática y redacción jurídica 1

LISURA DEL LENGUAJE

Notas de gramática y redacción jurídica

Pedro Ávila Navarro

Primera entrega:

Presentación:

A lo largo de mis ya bastantes años he publicado algunas notas en revistas notariales y registrales sobre gramática y redacción jurídica; en las primeras, con el título general de «El Arte de la Escribanía», título basado en la Partida III de Alfonso X el Sabio, donde se decía que los escribanos «deuen ser sabidores de escreuir bien e entendidos de la Arte de la Escriuania, de manera que sepan bien tomar las razones, o las posturas que los omes pusieren entre si ante ellos…»; en la registrales, con el de «Observaciones Gramaticales». Ahora me anima el incansable fundador de Notarios y Registradores a seguir en su web con aquella tarea, refrescando lo hecho hasta ahora y añadiendo periódicamente nuevas sugerencias. Respondo a esa honrosa solicitud comenzando con un articulito que titulé «Lisura del lenguaje», y que viene a ser una exposición de motivos; para seguir después con observaciones sobre puntos concretos.

       Si estas líneas contribuyen a que el redactor de una escritura, de una inscripción, de una resolución pueda recordar lejanamente algún consejo mío, y coincide que el consejo era acertado, y eso mejora un ápice la redacción del documento, el autor de estas líneas será feliz.

       P.A.N.

LA LISURA DEL LENGUAJE

Al Licenciado Márquez Torres cupo el honor de poner la aprobación a la segunda parte del Quijote. Y alaba en ella este primer y enamorado crítico cervantino «la lisura del lenguaje castellano, no adulterado con enfadosa y estudiada afectación, vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos». Lo explica el propio Cervantes en el prólogo de la primera parte: «Procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando, en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención; dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos». ¡Lisura del lenguaje! Eso es lo que debe perseguir la redacción del instrumento público; porque ¿no es eso lo que quiere decir el art. 148 del Reglamento Notarial? Un «estilo claro, puro, preciso, sin frases ni término alguno oscuros ni ambiguos, y observando, de acuerdo con la Ley, como reglas imprescindibles, la verdad en el concepto, la propiedad en el lenguaje y la severidad en la forma»; precepto entrañable, y cervantino, aunque omita, con buen criterio, lo del «período sonoro y festivo».

       Es lo que, volviendo a la pluma de Cervantes, advierte Maese Pedro al mozo trujamán: «Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala». Alrededor de esta frase, los comentaristas del Quijote exhiben todo un catálogo de autoridades que reniegan de la afectación como si del mismo diablo se tratase; desde Octavio Augusto («guárdate de escribir o hablar con énfasis») o Castiglione («el cortesano será tenido por excelente y en todo terná gracia, especialmente en hablar, si huyere de la afectación»); pero nadie tan expresivo, y a la vez tan sencillo, como Juan de Valdés en su «Diálogo de la Lengua», en un párrafo que no tiene desperdicio: «El estilo que tengo es natural, y, sin afectación alguna, escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es posible, porque, a mi parecer, en ninguna lengua está bien el afetación». Escribo como hablo… Es la norma de Cervantes, del Arcipreste de Hita, de «La Celestina», de «El Lazarillo», de Santa Teresa. Es la que, por encima de los Pirineos y para juristas, guiaba a Ihering cuando escribía: «Si se quiere que el Derecho se pronuncie como está escrito, es preciso escribirlo como se habla».

       Continuas llamadas a la sencillez, a la lisura. Dice Azorín: «El vocabulario es lo accesorio. El escritor no va a decir una cosa, sino a ver cómo la dice. Y eso es absurdo. Con vocabulario pobre, con lisura del lenguaje, se puede ser un gran escritor». Valle-Inclán, dueño de una prosa elegante, poética, sugestiva, conmovedora, echa de menos la lisura: «Desde hace muchos años, día a día, en aquello que me atañe yo trabajo cavando la cueva donde enterrar esta hueca y pomposa prosa castiza, que ya no puede ser la nuestra, si sentimos el imperio de la hora».

       ¡Lisura del lenguaje! Pero, ¡ay!, hablamos de un lenguaje técnico, de un lenguaje jurídico, que exige mayor precisión que el lenguaje vulgar. Si Valdés recomienda escribir como se habla, escribir un lenguaje técnico debe hacerse como cuando se habla técnicamente, sin tratar de hacer la lengua más críptica, sino todo lo contrario; dice Ávila Álvarez que «se trata de crear un ‘instrumento’ para la vida real, no una elucubración teórica, por lo cual, sin perjuicio de emplear un lenguaje técnico, debe huir del academicismo, no olvidando tampoco que ‘toda afectación es mala’». Si acaso hay que romper alguna vez la precisión, que desdeñar la palabra técnica, sea para hablar un lenguaje más asequible al otorgante o al lector y no para buscar una prosa pomposa; ¡sintamos el «imperio de la hora»!

       Y esto excluye las expresiones extranjeras o latinas ajenas a la normal comprensión del pueblo. El mismo Don Quijote explica al Caballero del Verde Gabán que «el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para declarar la alteza de sus conceptos».

       Por otra parte, precisión no es énfasis, no es complejidad, no es abundancia; cuando una idea está expresada, no es necesario insistir; seguir dando vueltas sobre ella, explicándola otra vez, es, entre otras cosas, correr el riesgo de incurrir en contradicción entre las dos versiones semejantes. En la redacción jurídica, las expresiones «o sea», «es decir», más que una aclaración, introducen el germen de un conflicto.

       Precisión es brevedad. Cuentan del Padre Arrupe que recibió una larga carta de un novicio en la que le pedía permiso para ir a visitar a sus padres enfermos; y le contaba, prolijamente y en latín, la enfermedad y las razones que aconsejaban el viaje; Arrupe contestó con la carta más breve que se ha escrito; decía: «i» (en latín, «ve»). Se debe prescindir de todo eso que ponen, por henchir el verso, los ruines trovadores. La cortesía debía extender la disculpa «perdona la longitud de este escrito; no he tenido tiempo de hacerlo más corto». Aprendamos de Azorín: frases cortas, separadas; pronto veremos que sobran muchas de ellas, repetitivas, innecesarias.

       Y tengamos en cuenta, al buscar y usar las palabras, esa advertencia terrible que, en otro lugar, hace el mismo Valdés: «Hay personas que no van acomodando, como dije se debe hacer, las palabras a las cosas, sino las cosas a las palabras. Y así no dicen lo que querrían, sino lo que quieren los vocablos que tienen». La cuestión se complica si, como dice Majada, «en vez de una idea, hay dos diferentes: la del orador y la que representan las palabras de que se ha valido, y en la distancia que separa una idea de la otra, por muy pequeña que sea, caben todas las ideas intermedias que cada oyente se forma, según la intención que atribuye al orador; y no reside el mayor inconveniente en no acertar con la verdadera, sino en que sean tan varias y opuestas las que le supongan». Podría montarse una teoría de la responsabilidad civil del redactor por uso pobre o indebido del idioma.

El registrador, el notario, el juez (con minúscula)

Tras la última Ortografía de la Academia, «registrador», «notario», «juez», etc., se escriben con minúscula; en cambio se escriben con mayúscula inicial «los sustantivos y adjetivos que componen el nombre de entidades, organismos, departamentos o divisiones administrativas, edificios, monumentos, establecimientos públicos, partidos políticos, etc.», lo que lleva a escribir «Registro de la Propiedad» o «Juzgado de Primera Instancia», como organismos que son. Pero últimamente se aprecia una confusión entre las dos reglas que no puede considerarse correcta: y así aparecen unos híbridos como «registrador de la Propiedad», «registrador Mercantil» o «juez de Primera Instancia», cuando en esos casos ni la «Propiedad», ni el «Mercantil» ni la «Primera Instancia» son por sí solos organismos, sino calificativos del registrador o del juez, y no tiene más categoría gramatical la palabra que adjetiva que la adjetivada; debe escribirse «registrador de la propiedad», «registrador mercantil» o «juez de primera instancia». Lo mismo se podría decir hasta ahora del «secretario judicial», donde «judicial es un simple adjetivo; pero desde que ha pasado a ser «letrado de la Administración de Justicia», el «letrado» se queda en minúscula, pero la Administración de Justicia va con las mayúsculas que corresponden a la institución.

Otras minúsculas

Ya que la nueva Ortografía ha quitado la mayúscula a notarios, registradores, jueces, etc., (aunque honrosamente acompañados en la degradación por reyes y papas), sería hora de quitar también la mayúscula a nombres comunes que nunca debieron tenerla y que, sin embargo, la reciben con frecuencia: auto, sentencia, escritura, inscripción, sociedad, administrador, consejo de administración, consejero delegado, junta general… no tienen mérito alguno (como palabras) para escribirse con mayúscula.

       Algunos –cada vez menos– recordarán que, con la recepción en España del Derecho societario europeo, el 30 de diciembre de 1989 se publicó el BOE el Reglamento del Registro Mercantil, que entraba en vigor dos días más tarde, el 1 de enero; repuestos los operadores jurídicos del susto y de pasar la nochevieja estudiando el Reglamento, el 9 de enero volvió a sorprenderlos el BOE con una corrección de errores: a lo largo de siete páginas de apretados tipos a doble columna, el BOE hacía una fe de erratas artículo por artículo; y allí aparecía que «donde dice: «Sociedades», debe decir: «sociedades»», «donde dice: ‘Cajas de Ahorros, los Fondos de Inversión y los Fondos de Pensiones’, debe decir: ‘cajas de ahorro, fondos de inversión y fondos de pensiones’», «donde dice: ‘Administradores de la Sociedad’, debe decir: ‘administradores de la sociedad’», etc., etc.

El cuórum…

Cuando abandonamos las aulas del Bachillerato creíamos que no íbamos a volver a ver aquel quorum, quarum, quorum, genitivo plural de qui, quae, quod. Pero al llegar a las de Derecho y tomar contacto con las juntas de la propiedad horizontal y las de las sociedades mercantiles apareció un nuevo quórum, y no sin dificultad tuvimos que aprender que se escribía con acento, como palabra lexicalizada, española, grave y terminada en m, y que era invariable, de forma que había que decir tanto el quórum como los quórum.

       Vano esfuerzo; porque el Diccionario Panhispánico de Dudas, publicado por la Academia en 2005, nos rectificó: «quórum. Aunque, por influjo de recomendaciones anteriores, aún es mayoritario el plural invariable los quórum, se aconseja acomodar esta palabra a la regla general y usar la forma quórums para el plural».

       La cuestión parecía terminarse con eso; pero no: la Academia publicó en 2010 su Ortografía, en la que parecía dejar la q para la articulación palatal de la oclusiva sorda, o sea, para que y qui, y siempre con ayuda de esa u intermedia; y por eso desterró Iraq o Qatar en favor de Irak y Catar; la q, la antigua mona del jeroglífico egipcio, bajaba una rama del árbol de su disputa con la c y la k por el fonema /k/. En concreto, por lo que ahora interesa, he aquí lo que dice la Ortografía en la pág. 115: «Así pues, con el fin de preservar la coherencia y simplicidad de nuestro sistema ortográfico, se recomienda que todos aquellos préstamos de otras lenguas (sean latinismos o extranjerismos) cuya grafía etimológica incluya una q con valor fónico independiente se adapten por completo al español sustituyendo dicha q por las grafías hoy asentadas en nuestra lengua para representar el fonema /k/. Esto supone pasar a escribir cuark, cuásar, cuórum o execuátur (y no quark, quásar, quórum o exequátur) y emplear la hispanización cuadrivio en lugar del latinismo semiadaptado quadrívium. En caso de mantener la q etimológica, estas voces deben considerarse extranjerismos o latinismos no adaptados y escribirse, por ello, en cursiva y sin tildes: quadrivium, quark, quasar, quorum, exequatur».

       La recomendación es convincente y conveniente para notarios y registradores y para los anónimos y sufridos redactores de resoluciones. Pero, un momento, comprobemos, busquemos en el DRAE (versión rae.es, permanentemente actualizada) la palabra cuórum: «La palabra cuórum no está registrada en el Diccionario. La que se muestra a continuación tiene formas con una escritura cercana. quórum».

       Para cerrar el círculo de confusión aparece en 2016 el Diccionario del Español Jurídico, también de la RAE, y allí hay una vuelta a la ortografía del Derecho Romano: «quorum. Número de individuos necesario…», en cursiva y sin acento, como expresión latina de la que el español no tiene noticia.

       Pero en medio de esta confusión, aunque el DRAE sigue diciendo que «La palabra cuórum no está registrada en el Diccionario», sin embargo, en la nueva versión de la página de la RAE aparece un apartado de «preguntas frecuentes», una de las cuales se titula «En español, cuórum y Catar, en lugar de quórum y Qatar»; en ella se aclara que «En español, la q solo se emplea como parte del dígrafo qu para representar el fonema /k/ ante las vocales e, i (queso [késo], quién [kién]). No debe usarse como grafema independiente». Añádase la recomendación del Diccionario Panhispánico de Dudas, publicado por la Academia en 2005, «acomodar esta palabra a la regla general y usar la forma quórums para el plural», y el resultado es ahora cuórum, cuórums.

       He aquí el texto completo de la pregunta-respuesta para los que quieran ampliar estudios:

       «En el sistema ortográfico del español, la letra q solo tiene uso como elemento integrante del dígrafo qu para representar el fonema /k/ ante las vocales e, i (queso [késo], quién [kién]). Este mismo fonema se representa, en el resto de posiciones, con la letra c (canguro [kangúro], corto [kórto], cuenta [kuénta], acné [akné], tictac [tikták]), aunque en préstamos de otras lenguas también puede aparecer representado por la letra k en cualquier posición (karaoke [karaoke], kilo [kílo], koala [koála], kurdo [kúrdo], búnker [búnker], anorak [anorak]).

       »Es, por lo tanto, ajeno a la ortografía del español el empleo de la letra q como grafema independiente, con valor fónico autónomo. Por ello, los préstamos de otras lenguas, sean latinismos o extranjerismos, cuya grafía etimológica incluya una q que por sí sola represente el fonema /k/, si se adaptan al español, deben sustituir esa q por las grafías propias de la ortografía española para representar dicho fonema. En aplicación de esta norma, voces inglesas como quark o quasar, o latinas como quorum o exequatur, deben escribirse en español cuark, cuásar, cuórum y execuátur. En caso de mantener las grafías etimológicas con q, estas voces han de considerarse extranjerismos o latinismos crudos (no adaptados) y escribirse, por ello, en cursiva y sin tilde.

       »Aunque en el ámbito de los nombres propios (antropónimos y topónimos) es frecuente el uso de grafías originarias no adaptadas o —si los nombres provienen de lenguas que emplean otro alfabeto u otro sistema de escritura, como el árabe, el hebreo o el chino— de transliteraciones de las grafías originarias al alfabeto latino, sin adaptaciones ulteriores, en el caso de los topónimos mayores, como son los nombres de países, es conveniente usar grafías plenamente adaptadas a la ortografía del español. Por ello, aplicando la misma norma que para los nombres comunes, se recomienda emplear con preferencia las grafías Catar e Irak para los nombres de esos dos países árabes, mejor que Qatar e Iraq, transcripciones de los originales árabes que presentan un uso de la q ajeno al sistema ortográfico del español.»

… y los cuórums

El plural de cuórum es cuórums. Ya se ha visto la recomendación de la «s» final. Y en cuanto al acento, aunque sea palabra llana terminada en «s», debe llevar tilde según la norma de la Ortografía, de ponerla «Si termina en dos consonantes, aunque la segunda sea –s», como en bíceps, fórceps, cómics.

Al fin, hay cuórum (nota de urgencia de marzo 2017)

En una nota anterior se defendía la grafía «cuórum» frente a la latina «quórum»; de usarse empecinadamente esta última, debería escribirse en cursiva o entre comillas, por tratarse de una locución latina, y sin acento, por no existir el acento en latín.

Lisura del Lenguaje. Notas de gramática y redacción jurídica.

Escudo de la Real Academia de la Lengua Española

            Se basaba esta defensa en la Gramática, de la RAE, una de cuyas novedades fue, según nota que publica la propia web de la RAE: «Los préstamos de otras lenguas, sean latinismos o extranjerismos, cuya grafía etimológica incluya una q que por sí sola represente el fonema /k/, si se adaptan al español, deben sustituir esa q por las grafías propias de la ortografía española para representar dicho fonema. En aplicación de esta norma, voces inglesas como quark o quasar, o latinas como quorum o exequatur, deben escribirse en español cuark, cuásar, cuórum y execuátur. En caso de mantener las grafías etimológicas con q, estas voces han de considerarse extranjerismos o latinismos crudos (no adaptados) y escribirse, por ello, en cursiva y sin tilde».

            Pero esa defensa del «cuórum» no pareció convencer a muchos, porque, aunque la Gramática era de 2010, la edición digital del DRAE, que había que presumir permanentemente actualizada, decía en 2016 que «La palabra cuórum no está registrada en el Diccionario. La que se muestra a continuación tiene formas con una escritura cercana. quórum». Y para colmo, el Diccionario del Español Jurídico, también de la RAE y también de 2016, volvía a la ortografía del Derecho Romano: «quorum. Número de individuos necesario…», en cursiva y sin acento, como expresión latina de la que el español no tenía noticia.

            Pero ahora, todas las dudas expresadas en el párrafo anterior parecen desvanecerse en favor del «cuórum»; en el DRAE digital aparece en 2017:

            «cuórum. 1. m. quorum.

            quorum. Del lat. quorum [praesentia sufficit] ‘cuya [presencia es suficiente]’.

  1. m. Número de individuos necesario para que un cuerpo deliberante tome ciertos acuerdos.
  2. m. Proporción de votos favorables para que haya acuerdo.»

            Obsérvese: «quorum», en cursiva y sin acento, como palabra latina; y «cuórum», en redonda y con acento, como palabra plenamente española, aunque su definición se haga por remisión a la latina. Parece que la cuestión ya queda clara: cuórum y, como se explicó anteriormente, cuórums. ¿Qué decir entonces del Diccionario del Español Jurídico, y su quorum? Mejor no decir nada.

Números que se escriben sin punto

Explica la Ortografía de la Academia «que los seres humanos solo son capaces de reconocer intuitivamente conjuntos o secuencias de hasta cuatro elementos y que, a partir de ahí, solo se percibe una sensación indefinida de pluralidad»; razón por la que acostumbramos a dividir los números largos en grupos de tres, ya mediante un espacio fino (que sería lo correcto y es la norma internacional ISO), ya –tradicionalmente, para los que no alcanzamos tanta finura– mediante un punto. Pero añade la Academia, y no es novedad, porque ya estaba en la edición anterior, que esa separación «no debe aplicarse nunca cuando el número no expresa cantidad, sino que sirve para identificar un elemento dentro de una serie. Por tanto, no se utilizará nunca el espacio en los casos siguientes […] En los números que designan los años [… y] en la numeración de textos legales o sus divisiones»; pone dos ejemplos de esto último: la Ley 15668 de 1965 (afortunadamente no se legislaba tanto en aquella época) y el artículo 1566 del Código Civil (sobre la tácita reconducción del arrendamiento, para el que no lo recuerde).

Escritura de fechas

Ya se ha visto que el número del año, cuando se escribe con guarismos, se hace sin punto (2016 y nunca 2.016). Pero debe añadirse que la Academia, consciente sin duda del efímero paso del tiempo y de la vida, recomienda escribir con minúscula los días de la semana y los meses del año (el martes, dos de febrero); la misma regla debe regir para el número del año cuando se escriba en letra (miércoles, veintiuno de abril de dos mil dieciséis).

El tenor

En la redacción jurídica a veces debe copiarse literalmente un documento o una cláusula del mismo; incluso en el Registro, aunque el sistema español no sea de transcripción, sino de extracto, hay casos como el del art. 51 RH, que ordena practicar la inscripción «copiándose literalmente las condiciones suspensivas resolutorias, o de otro orden…». Se puede anunciar en estos casos que la cláusula es «del siguiente tenor…», y quizá se tenga la tentación de añadir «… literal». No se puede caer en ella sin cometer el pecado de pleonasmo, en la segunda acepción del DRAE: «Demasía o redundancia viciosa de palabras». Porque todos los tenores, salvo los de ópera, son literales: el mismo DRAE define la palabra como «Contenido literal de un escrito u oración»; si no es literal, ya no es tenor. El «tenor literal» es como el «subir para arriba» y «bajar para abajo»: el adjetivo o adverbio son puramente analíticos, no añaden nada, no significan nada nuevo. Y Juan de Valdés ya nos mandaba en el siglo XVI escribir «con palabras significantes».

Lisura 2. Pedro Ávila Navarro
Sendos

Es bastante frecuente el error de usar el adjetivo «sendos» en el sentido de «ambos». «Sendos», adjetivo siempre plural, del latín «singulos», es un numeral distributivo que significa, según el DRAE, «uno o una para cada cual de dos o más personas o cosas»; como dice la Gramática de la RAE, «es parafraseable por ‘uno a cada uno’» y, «como sendos significa ‘uno cada uno’, es erróneo atribuirle el valor de ambos o de los dos». (En la compra de una finca por dos o más personas puede decirse que éstas compran sendas mitades indivisas –una cada una–, o las partes que sean; pero en la compra de dos fincas por una persona no puede decirse que ésta compra «sendas fincas», sino «ambas fincas»). Aquí la regla más sencilla es el «escribo como hablo», de Juan de Valdés; porque hablando nadie usaría el adjetivo «sendos» en un sentido impropio, y casi nadie en un sentido propio.

Privatividad

Es frecuente el error de usar el sustantivo «privaticidad» por «privatividad». La primera de estas palabras no existe en el DRAE y parece una mezcla espuria de «privacidad», que es «cualidad de privado», y «privatividad», que es –ahora sí– «condición de los bienes privativos en el matrimonio».

Los ex cónyuges

Después del divorcio, esos cónyuges que un día pensaron que no podían vivir el uno sin el otro pasan a ser «ex», palabra que el DRAE define ya como nombre común, «Persona que ha dejado de ser cónyuge o pareja sentimental de otra»; pero si no se quiere usar nombre tan breve y desenfadado, si se quiere precisar más, si aparece otro sustantivo y el «ex» se queda en adjetivo, puede surgir la duda de si son «ex cónyuges», «excónyuges» o «ex-cónyuges»; el corrector ortográfico del programa de tratamiento de textos ya da una primera pista al subrayar de rojo «excónyuges»; el DRAE describe «ex» como adjetivo y, en consecuencia, lo escribe separado: «Que fue y ha dejado de serlo. ‘Ex ministro, ex marido’»; y el DPD (Diccionario Panhispánico de Dudas), también: «Prefijo autónomo de valor adjetivo, procedente de una preposición latina, que se antepone a sustantivos o adjetivos con referente de persona para significar que dicha persona ha dejado de ser lo que el sustantivo o el adjetivo denotan. Se escribe separado de la palabra a la que se refiere, a diferencia del resto de los prefijos, y sin guion intermedio: ‘Mi hijo no se fue solo, sino con su padre y mi ex suegra’». La cuestión parece resuelta; pero ya advierte el Eclesiastés que quien añade ciencia, añade dolor; y, en efecto, si se consulta la Ortografía de la RAE en busca de algo más de ciencia, aparece en la página 420 lo siguiente: «… los prefijos o elementos compositivos asimilados deben escribirse siempre soldados gráficamente a la base a la que afectan cuando esta es una sola palabra: ‘antisemita, exgobernadora…’»; pero en realidad «exgobernadora» no es comparable a «antisemita»: «anti» es un prefijo, y la misma Ortografía (pág. 530) explica que «los sufijos y los prefijos no son palabras, sino elementos afijos», mientras que el «ex» de la gobernadora es un adjetivo. La «Nueva Gramática» (Manual, pág. 178) va por el mismo camino, porque, hablando del «ex» de «ex esposa» lo llama «prefijo autónomo o separable», aunque aclara que es «de significado temporal y cercano a la categoría de los adjetivos»; y añade que «este prefijo separable se registra en los textos unido a su base («exministro»), seguido de un guion («ex‑ministro») o separado por un espacio blanco («ex ministro); y, sin comprometerse demasiado, dice que «se recomienda la escritura exenta en estos casos…». ¡Pero si en el DRAE se había visto que «ex» es un adjetivo!; un adjetivo, no «cercano a la categoría de los adjetivos», sino dentro de ella; el único «ex» prefijo es el que significa «fuera» («excéntrico»), «privación» («exánime») o no significa nada («exclamar»); pero el «ex» adjetivo, como cualquier adjetivo, no puede escribirse junto al sustantivo («cónyuge supérstite»), ni unido con guion («viuda-encinta»). Todo indica que los dos diccionarios recibieron una actualización que se les pasó a las otras dos obras. Por tanto, quizá sea lo mejor olvidar a la «exgobernadora» y al «exministro», agradeciéndoles, eso sí, los servicios prestados, y escribir el «ex» separado y sin guion, poner después un espacio, y finalmente cada uno puede elegir, según su personal percepción, entre «ex consortes» (que son los que compartieron la misma suerte) o «ex cónyuges» (que compartieron el mismo yugo).

El Desahucio

A veces aparece en la redacción jurídica un incorrecto «deshaucio», debido quizá a la inconsciente creencia de que se trata del prefijo «des-», que indica privación, seguido de un «haucio» que debe de significar alguna imprecisa posesión de la que la víctima se ve privada. En realidad el origen etimológico de «desahucio» –ahora sí– es algo más atormentado, y podría haber conducido regularmente a «desafiduciar», donde el «des-» es, efectivamente, un prefijo de privación y «afiduciar» es confiar; o sea, «desahuciar» es retirar la confianza; pero, perdidas la «i» y la «d» por los caminos del tiempo, la «f» queda entre la «a» y la «u» y se convierte en «h» muda, pero nunca pasa delante de la «a».

Exclusivo y excluyente

Con bastante frecuencia aparecen en la redacción jurídica fincas o cuotas de finca que tienen anejo el uso «exclusivo y excluyente» de una plaza de «aparcamiento»; y más recientemente aparece en la Ley Concursal la atribución al juez de lo mercantil de jurisdicción «exclusiva y excluyente» sobre determinadas materias. En este punto es necesario preguntarse si «excluyente» añade algo al sentido de «exclusivo», o al revés. El DRAE define «exclusivo» como «Que excluye o tiene fuerza y virtud para excluir»; y «excluyente» como «Que excluye, deja fuera o rechaza»; los dos adjetivos tienen, pues, el mismo sentido de «que excluye»; el resto de las dos definiciones parece poco preciso y lo mismo se puede aplicar a una palabra que a la otra. Si acaso se aprecia alguna diferencia es más bien psicológica: «exclusivo» resalta que sólo puedo usarlo yo, y «excluyente», que no lo puede usar nadie más; pero, si bien se mira, eso son dos formas de decir la misma cosa. La estrella que concede una «exclusiva» a una revista del corazón sabe tanto que su boda, bautizo o divorcio sólo las puede publicar esa revista (la que pagó), como que no las podrá publicar ninguna otra (y menos gratis). Si se quiere escribir «con palabras significantes» (Cervantes) o «quanto más llanamente me es posible» (Valdés), debe evitarse la repetición: «uso exclusivo», «competencia exclusiva»; con eso basta.

La plaza de «parking»

Bueno será preguntarse si las plazas donde se dejan los coches en una propiedad horizontal pueden llamarse «de aparcamiento», concepto regido por la transitoriedad de la acción (DRAE: «aparcar»: «1. Colocar transitoriamente en un lugar público, señalado al efecto por la autoridad, coches u otros vehículos. 2. Dicho de un conductor: Detener su vehículo automóvil y colocarlo transitoriamente en un lugar público o privado»), o más bien «de estacionamiento» (DRAE: «estacionar»: «Dejar un vehículo detenido y, normalmente, desocupado, en algún lugar»). Parece difícil que el viejo «estacionamiento» pueda recuperar alguna vez su legitimidad frente al intruso «aparcamiento»; más bien caerán ambos ante el afrancesado «garaje». Pero no, por favor, ante «parking»; el DPD recoge «parquin» como «Adaptación gráfica propuesta para la voz inglesa parking», y añade que «Su plural debe ser ‘párquines’»; hasta llega a admitir que «por su extensión, se admite el uso del anglicismo adaptado» (a pesar de que el DRAE no lo recoge); pero advierte que «se recomienda usar con preferencia voces españolas de sentido equivalente, como ‘aparcamiento’, en España»; como el lector se preguntará qué pasa fuera de España, puede explicarse que «en América, según las zonas, ‘estacionamiento’, ‘parqueo’, ‘parqueadero’ y ‘playa (de estacionamiento)’, referida esta última, en especial, al situado en una explanada al aire libre». Obsérvese que el DPD ignora el sentido transitorio que el DRAE da a la palabra «aparcamiento», y considera «estacionamiento» como una variedad americana.

En torno a aparte y sobre todo

       En redacción jurídica o no jurídica aparece con frecuencia el adverbio «aparte» con la «a» aparte de la parte: «a parte». Según el Diccionario Panhispánico de Dudas, «Se escribe siempre en una sola palabra. No debe confundirse con la combinación ocasional de la preposición ‘a’ y el sustantivo ‘parte’». En incorrección inversa, aparece a veces un «sobre todo», todo junto, queriendo decir «sobre todas las cosas»; pero, igual que no se escribe «sobretodaslascosas», tampoco se escribe «sobretodo», a menos que se quiera hacer referencia a «Prenda de vestir ancha, larga y con mangas, en general más ligera que el gabán, que se lleva sobre el traje ordinario» (DRAE). Y ya que hablamos en torno a estas cosas, o sea, «acerca de» ellas, evitemos en «entorno» en una sola palabra, que se referiría a su «ambiente, lo que las rodea» (DRAE), que no parece ahora especialmente relevante.

Nota al pie

       El pie, tanto de la firma o de la nota al pie del título como cada uno de los nuestros, es tan monosílabo como el número «pi» o la letra «pe», que a nadie se le ocurriría acentuar gráficamente. «Pié», con acento, debería ser primera persona singular de lo que antes se llamaba pretérito indefinido y ahora hay que llamar pretérito perfecto simple; pero ni siquiera ahora es así: el DRAE no pone tilde a ese «pie» de piar, y el DPD explica que «es una de las novedades introducidas en la Ortografía académica de 1999 […] algunas palabras que antes de esta fecha se consideraban bisílabas pasan ahora a ser consideradas monosílabas a efectos de acentuación gráfica, por contener alguna de las secuencias vocálicas antes señaladas [vocal abierta con vocal cerrada átona], y, como consecuencia de ello, deben escribirse sin tilde. Estas palabras son formas verbales como […] ‘pie, pio, piais, pieis’ (de ‘piar’) …». La Ortografía de 2010 no ha cambiado esa regla, pero es muy dudoso que el académico que ha estado callado en una sesión por las molestias que le produce la gota pronuncie igual las dos palabras cuando explique que «me dolía tanto el pie que en la sesión, ni pie/pié»; y es que el «pié» de «piar» tiene una pinta de bisílaba… Allá el académico; pero, como los trinos no suelen aparecer en la redacción jurídica (salvo que Twitter vaya ganando terreno en el Derecho), sólo nos interesa ahora destacar que las notas finales se ponen al pie, y no al «pié», de los documentos.

Así resulta… y la reseña de una escritura

Prácticamente todas las inscripciones terminan con un «así resulta…», y allí se reseña el título inscrito y el asiento de presentación. Un ejemplo: «Así resulta de escritura autorizada por el notario de Madrid don Pero Pérez Pérez el día 1 de enero de 2017, número 1234 de su protocolo, que se presentó a las 12:30, asiento 123 del diario 34, a cuyo margen constan las operaciones realizadas».

       –Así resulta de escritura… Da igual «de escritura» que de «copia de escritura», puesto que, según el art. 221 RN, se consideran escrituras públicas, además de la matriz, las copias de esta misma expedidas con las formalidades de derecho… (prescíndase ahora de que hubiera sido mejor decir «se consideran instrumentos públicos…»); y da igual que sea primera copia o no, y que sea o no la que se presentó en una ocasión anterior, puesto que todas son reproducción idéntica de su matriz.

       –autorizada; recuérdese la diferencia entre autorizar, que es lo que hace el notario, y otorgar, que es lo que hacen los comparecientes, de manera que la escritura puede ser «autorizada por el notario…» u «otorgada ante el notario…», pero nunca «autorizada ante» ni «otorgada por» el notario. (Todo esto es obvio, pero el error aparece en ocasiones no demasiado extrañas).

       –por el notario de Madrid don Pero Pérez Pérez; sin poner entre comas el nombre del notario, porque entonces daría impresión de que es un inciso explicativo y que Pero Pérez Pérez es el único notario de Madrid; podrían ponerse las comas cuando se trate de una ciudad con un único notario, pero es mejor suprimirlas para no tener que ir consultando la demarcación notarial en cada ocasión.

       –el notario que fue de Madrid…; En la reseña de escrituras autorizadas por un notario que ya no ejerce en la misma plaza, suelen decir muchos redactores: «escritura autorizada por el notario que fue de… (tal plaza), don…»; prescíndase ahora de la tilde incorrecta que a veces se da a la palabra fue (libre de acento ortográfico según la regla general de las monosílabas); y obsérvese que la reseña sin el «que fue» resulta más elegante: decir que la escritura ha sido «autorizada por el notario de… (tal plaza), don…» ya supone que lo era en el momento de la autorización, y es irrelevante si lo sigue siendo o no; y, por otra parte, el que acude al «que fue» no puede hacerlo cuando no le sea conocido el cese del notario, con lo que unas reseñas aparecerán hechas con un criterio y otras con otro. El «que fue» castellano quiere referirse a un cese del notario por cualquier causa; pero no puede menos que recordarse que en italiano, el «che fu» se refiere a la muerte; aparece en los testamentos italianos, al nombrar a los padres difuntos del testador; y aparece en la ópera de Verdi: los hebreos de Nabuco cantan su añoranza por «el tempo che fu»; y Otelo, dispuesto ya a empuñar la daga con la que se dará muerte, exclama «ecco la fine del mio cammin… Oh! Gloria! Otello fu!». Estos antecedentes no hacen muy agradable para un notario verse reseñado como «el que fue» de una plaza determinada, aunque desde el ajetreo de la gran ciudad pueda añorar a veces su antiguo pueblo, como Otelo a la desaparecida Desdémona, y decirle «e tu… come sei stanca, e muta, e bella».

       –el día 1 de enero de 2017; el mes en minúscula y el número del año sin punto, como se ha visto en otras ocasiones.

       –asiento 123 del diario 34; ni «asiento» ni «diario» son nombres propios, por lo que tienen que ir con minúscula.

       –a cuyo margen constan las operaciones realizadas; cuando se firma la inscripción todavía no se ha firmado la nota marginal del diario, de manera que no se puede decir que se ha hecho; y tampoco se puede salvar esa pequeña falsedad firmando antes la nota, porque entonces estaríamos diciendo en ella que se ha firmado una inscripción que no se ha firmado todavía; de manera que debe prescindirse del «a cuyo margen…». Los notarios tienen el mismo problema con el «es copia de su matriz, a cuyo margen queda anotada…». Y no se piense salvar la incongruencia poniendo el verbo en futuro: «a cuyo margen se harán constar…», «a cuyo margen se anotará»; porque los fedatarios no deben dar fe de hechos futuros, eso ya lo hacen los profetas; es mejor olvidarse de decir las notas que se van a extender, y limitarse a extenderlas.

Iremos sacando imágenes de los lugares en los que ejerció Pedro Ávila. Huete (Cuenca), fue su primer destino Los Jesuitas.. Por B25es

Iremos sacando imágenes de los lugares en los que ejerció Pedro Ávila. Huete (Cuenca), fue su primer destino Los Jesuitas.. Por B25es

LISURA 3.  Pedro Ávila Navarro
Posgananciales o postgananciales

            Hay una resolución de 13 de julio de 2016 que trata de una mejora gallega sobre bienes de la sociedad de gananciales disuelta por muerte de un cónyuge y aún no liquidada; destaquemos ahora el problema (que no fue objeto de recurso) de si esos bienes son posgananciales, de una comunidad posmatrimonial, o postgananciales, de una comunidad postmatrimonial, como prefiere la Dirección. Parece que las dos formas son buenas; pero la RAE, en el DPD, recomienda usar la forma simplificada pos‑, simplemente por la razón de que «la t precedida de s en posición final de sílaba, cuando va seguida de otra consonante, es de difícil articulación en español» (inténtese pronunciar, por ejemplo, «postdata» frente al más sencillo «posdata»), y no digamos si la consonante que sigue es otra t: «posttraumático» resulta imposible; pero la Academia recomienda la forma simplificada aunque el prefijo se una a voces que empiezan por vocal («posoperatorio»).

La notaria, la registradora, la jueza…

            Todos nombres sustantivos españoles son masculinos o femeninos; dice la gramática académica que no existe la categoría nominal del neutro. Esa concordancia género‑sexo se da en los animales de más convivencia con el hombre (perro‑perra, gato‑gata); y los más ligados a su economía y en que la diferencia de sexo supone también una distinta utilidad económica o funcional, incluso se designan con palabras o raíces distintas (caballo‑yegua, carnero‑oveja, pollo‑gallina, toro‑vaca).

            Tratándose de profesiones, no hay razón alguna para excluir a la mujer que las ejerce de las reglas generales sobre formación del femenino; como no sea la razón histórico‑sociológica de que, reservado tradicionalmente al hombre el ejercicio de algunas o de todas las profesiones, el femenino de un determinado cargo o empleo designaba, incluso con cierta sorna, a la esposa del detentador: «la generala» o, con más raigambre literaria, «la regenta». Con el acceso de la mujer a todas las profesiones, esa orientación debe cambiar; y de hecho ha cambiado en el DRAE: la edición de 1984 daba dos acepciones de la palabra «notaria»: «1, mujer del notario; 2, mujer que ejerce el notariado»; pero en la edición vigente en la web solo aparece la definición profesional. Y, siendo así, el femenino debe formarse según las reglas generales: según el DPD, «aquellos cuya forma masculina acaba en ‑o forman normalmente el femenino sustituyendo esta vocal por una ‑a»; hay excepciones, desde luego, como «modelo», «piloto», que funcionan como comunes, o femeninos especiales como «vampiresa» o «diaconisa». En cuanto a la registradora, «Los que acaban en ‑or forman el femenino añadiendo una ‑a: compositor/compositora»; también hay excepciones procedentes de femeninos latinos, como «actriz» o «emperatriz». En las excepciones no están «la notaria» ni «la registradora», que deben llamarse así, sin acudir a usar un erróneo masculino, que no se sabe si suena a machista o a feminista, pero rechina en su falta de concordancia con el artículo femenino.

            Mención aparte merece el juez y su femenino. Porque la Academia incurre en una más de sus contradicciones: en la definición del DRAE, tras la entrada «juez, za», comienza advirtiendo que «Para el f., u. t. la forma juez en aceps. 1‑3», o sea, que «para el femenino, usada también la forma juez en acepciones 1-3» (las 1-3 son las generales, y excluyen a los jueces bíblicos y a los caudillos castellanos, que no admitían mujeres); pero luego define separadamente varios «juez, za»: árbitro, de línea, de paz, de primera instancia, etc. El DPD, bajo la entrada «juez» sigue impreciso: «Por su terminación, es común en cuanto al género (el/la juez; […] pero se usa también, incluso en el nivel culto, el femenino específico jueza»; y al tratar de «género», dice que «Los que acaban en ‑l o ‑z tienden a funcionar como comunes», y cita expresamente el/la juez; pero añade que, «no obstante, algunos de estos sustantivos han desarrollado con cierto éxito un femenino en ‑a, como es el caso de juez/jueza…». Finalmente, la NGLE, más reciente (2009), aclara que, aunque «la jueza» se ha extendido en algunas zonas, «no ha triunfado, en cambio, o es minoritaria en otras (entre ellas México, España o el Perú), en la que es normal emplear juez como sustantivo común en cuanto al género (el juez / la juez)». Parece, pues, que la norma es «la juez», y que «la jueza» es pecado, pero venial.

Ordinales, fraccionarios y quebrados

         Quizás por estar en tema de letras, sea en los números donde más veces se falla:

        1. Unas veces en los ordinales; un antiguo Ministro de Cultura nos enseñó más eficazmente que cien maestros a no confundir los adjetivos ordinales con los fraccionarios; el Ministro dijo públicamente «treceavo» en lugar de «decimotercero», con gran escándalo de la prensa, que quizá es la que menos debía escandalizarse; el error es bastante frecuente en los pisos de un edificio; si éste tiene trece pisos iguales (tal vez en él vivía el Ministro), todos ellos son treceavos respecto al total, pero sólo el último es decimotercero o decimotercio (por cierto, sin acento). La regla sería, pues, no confundir ordinales con partitivos o fraccionarios: los ordinales, como su propio nombre indica, expresan orden dentro de una serie: «primero, segundo…»; puede surgir una duda al llegar al 11 (undécimo –norma culta– o decimoprimero –forma moderna y facilona) o al 12 (duodécimo –norma culta– o decimosegundo –forma moderna y facilona); partir de ahí se sigue con el sistema facilón, «decimotercero», «decimocuarto», etc., siempre en una sola palabra y sin acento, hasta el «vigésimo», y sigue «vigesimoprimero», etc., también con una sola palabra y sin acento, hasta el «trigésimo», y aquí ya cambia, porque sigue «trigésimo primero», en dos palabras y con acento en la primera, y lo mismo de ahí en adelante. Con un poco de paciencia, llegaremos al 999.º, «noningentésimo nonagésimo noveno»; bueno, la verdad es que no hace falta: dice la Ortografía que más allá de los correspondientes a la segunda o tercera decenas, «hoy es normal y frecuente emplear como ordinales los numerales cardinales»: «treinta y dos», «novecientos noventa y nueve».

        2. Otras veces el fallo se produce en los numerales fraccionarios: como es sabido, éstos se forman generalmente con el sufijo «avo» agregado al cardinal; por un capricho de la historia lingüística se ha adoptado como regla para las fracciones el sufijo del octavo; pero sólo generalmente; como excepción, aparte del «medio» o «mitad» y del «tercio», se usa el ordinal (y no el cardinal más «avo») en la serie que va del cuarto al décimo y en las fracciones decimales centésimo, milésimo, etc. Las excepciones no son siempre bien aplicadas y así aparecen a veces las incorrectas expresiones «nueveavo», «diezavo», y hasta «cienavo», etc., en lugar de noveno (o «nono», ordinal de papa), décimo o centésimo.

            Pero siempre que se pueda, es preferible sustituir la fracción por porcentaje; cierto que hay algunas que no admiten esa reducción, como las que arrojan una fracción periódica o excesivamente larga; 1/3, 1/6 o Π (pi) se pueden escribir fácilmente sin acudir a la interminable fracción; 12.123/159.733 ya resulta más complicada, y si se escribe en letra, como ordena el Reglamento Notarial, obliga al uso de la barra para que pueda saberse dónde acaba el numerador y dónde comienza el denominador.

        3. Los porcentajes no suelen ser fuente de errores, sino todo lo contrario, ayudan a evitarlos, siempre que se pongan algunas precauciones:

            –En primer lugar cabe señalar, según lo antes dicho, que, si se emplean fracciones, hay que hablar de centésimas partes y no de «cienavas»; pero incluso puede ser preferible abandonar las fracciones cuando el denominador es cien y acudir a la construcción, menos literaria pero más científica, de los enteros y centésimas por ciento.

            –Después, debe evitarse el error (más bien lapsus) de confundir el porcentaje con la fracción; por ejemplo, el veinte por ciento o 20% (que supone 20 unidades de cada 100) con la veinteava parte o 1/20 (que tiene 5 de cada 100).

            –Según la ortografía, el signo % se escribe pegado al número: «20%», y no «20 %».

        4. Las fracciones son muy usadas en el mundo del Derecho privado por la frecuente disposición de partes indivisas; parece que la construcción más sencilla y clara es decir que se compra «por mitades indivisas», «por terceras partes indivisas», «uno las dos terceras partes indivisas y el otro la tercera parte restante», etc. Sin embargo, aparecen en la práctica algunas expresiones de dudosa ortodoxia: «Compran de por mitades indivisas» o «por mitad y en pro indiviso», «por mitad e indivisamente», que parecen mucho más forzadas; o las hiperbólicas «por mitad e iguales partes» o «por terceras iguales partes indivisas», como si las mitades o las terceras partes, en los respectivos casos, pudiesen ser desiguales.

Adjunto

            Desde hace unos años se ha convertido en una cláusula de estilo (de mal estilo) encabezar los oficios con la palabra «adjunto»: Adjunto remito a V. …, y a continuación se señala el objeto del envío que, en el mejor de los casos, puede ser un documento, el documento adjunto; pero en otros no se produce la casual concordancia, y así aparecen la «escritura adjunto», los «documentos adjunto» o las «copias adjunto». El que obra así trata la palabra «adjunto» como si fuese un adverbio y, por tanto, invariable (o peor –sospecho–, como si fuese un adjetivo inglés y, por tanto, invariable); y como además la coloca en un lugar que no es del todo inconveniente para un adverbio, el conjunto no le suena del todo mal. Pero hay que apresurarse a señalar que la palabra «adjunto», en esta acepción al menos, es un adjetivo; el adjetivo se definía en los lejanos tiempos del bachillerato como «parte variable de la oración, que concuerda en género y número…»; hoy esa definición resulta un poco carca, y queda mejor decir que «desde el punto de vista morfológico, puede adoptar morfemas de género, número, caso y grado»; pero lo cierto es que sigue siendo variable, es decir que tiene género y número y debe concordar con el sustantivo al que califica o determina; por tanto hay que recitar: adjunto, adjunta, adjuntos, adjuntas, según el objeto u objetos que se remiten; y si se realiza esta reforma, tampoco estaría de más devolver el adjetivo a su sitio, que no es precisamente el principio de la oración: «Remito a V. los documentos adjuntos…»

             Claro que hay un supuesto en que cabría el «adjunto» invariable: cuando se usase como primera persona del singular del presente de indicativo del verbo «adjuntar»; pero entonces habría que prescindir del otro verbo «remitir», con lo que la frase, alejada de su primitivo sentido, quedaría como «adjunto a V. los documentos…» o «con este oficio adjunto a V. los documentos…»

            Lo dicho hasta aquí parece desautorizado por el DPD; que comienza de forma ortodoxa diciendo que, «Como adjetivo, debe concordar en género y número con el sustantivo al que se refiere: Le envío adjuntas las fotografías, Adjuntos van los expedientes que me solicitó»; pero enseguida añade un inciso contemporizador: «en el lenguaje administrativo es frecuente el uso de la forma masculina singular adjunto con valor adverbial y, por tanto, invariable, especialmente a comienzo de oración: ‘Adjunto se envían fotocopias de los documentos solicitados’», y se atreve a admitirlo: «No es empleo censurable, ya que este uso adverbial es normal en otros adjetivos (hablar alto, correr rápido, etc.)»; lo mismo con Seco, que dice que «lo normal es usarlo como adjetivo haciéndolo concertar con el complemento», para luego admitirlo como correcto «ya que la adverbialización no es un proceso anómalo en nuestro idioma». Ambos pueden desear que sea así «de lege ferenda»; pero de «lege data», «adjunto» es un adjetivo; su adverbialización es contraria al DRAE, y cabe también preguntarse si debe existir un lenguaje administrativo distinto del lenguaje del común.

Inclusive

            A la vista de la adjunta disquisición sobre el adjetivo, el lector podría sospechar que el autor abriga alguna secreta animadversión contra los adverbios, tal vez derivada de un trauma infantil en la clase de Gramática; nada más lejos de la realidad y, para demostrarlo, se acomete ahora la defensa de uno de ellos: «inclusive». La mayor parte de los adjetivos castellanos puede convertirse en adverbio de modo sin más que añadirle el sufijo «mente», que no es sino el sustantivo femenino, como potencia del alma, con un sentido de espíritu o intención; pero otros adverbios de modo tienen otro origen y no adoptan ese sufijo; tal ocurre con «inclusive», derivado del bajo latín, pero adverbio de modo de todas formas; y, volviendo a los tiempos del bachiller, encontramos al adverbio como «parte invariable de la oración…», es decir, sin género ni número; pero en ocasiones, sobre todo al enumerar las acciones que cada socio suscribe en la sociedad anónima, suele encontrarse: «… acciones, números… al…, ambos inclusives», con una «s» pluralizante que rechina tanto como si dijese «las fincas primera a cuarta, ambas inclusivas» (porque si se concuerda el supuesto número debiera concordarse también el supuesto género), o como si, al usar un adverbio de los terminados en «mente» se dijese «ambas fincas, obviamentes».

San Sebatián de la Gomera. Pico Teide de Tenerife al fondo.

San Sebatián de la Gomera. Pico Teide de Tenerife al fondo.

LISURA 4.  Pedro Ávila Navarro
Adjunto envío rectificación

                Decíamos ayer… (en realidad, Fray Luis daba sus clases en latín y el «decíamos ayer» fue en realidad «dicebamus hesterna die»); decíamos en uno de los puntos anteriores que «adjunto» es un adjetivo que debe concordar en género y número con el sustantivo a que se refiera, y se criticaba el uso administrativo del «adjunto envío copia…», «adjunto remito a vs. los documentos…». Pero la RAE se ha rendido a la tozuda insistencia de la Administración (sin presentar mucha resistencia, dicho sea de paso, y sin poner mucho ahínco en limpiar, fijar o dar esplendor); y en la acepción 8 de «adjunto» aparece ahora: «adv. En lenguaje administrativo, junto a la carta o notificación que se envía. Adjunto se envía copia compulsada.»; «adv.», o sea, adverbio, parte invariable de la oración que no está sujeta a género ni número. Cabe la duda de si de verdad hemos creado en la Administración española un nuevo adverbio, «adjunto», o si, sin darnos cuenta, estamos introduciendo la morfología (o falta de morfología) del adjetivo inglés, que es invariable. Pero, sea como fuere, ahí está su carta de naturaleza otorgada por la RAE; solo queda preguntar, como último consuelo del perdedor, si es lícito a la Administración el uso de un lenguaje administrativo distinto del que usan los administrados.

Gravámenes y grabados

                Existen algunas palabras, derivadas en general de los imparisílabos de la tercera declinación latina, que son llanas (hoy llamadas también «paroxítonas») en singular, y sin tilde por terminar en n, y sin embargo en plural se convierten en esdrújulas (hoy llamadas también «proparoxítonas») y adquieren esa tilde según la regla general de la antepenúltima sílaba tónica; una de ellas es «gravamen», libre de tilde en singular y gravado con ella en el plural «gravámenes». Esta distinción, sencilla en una apreciación apacible, no debe serlo tanto en medio de la urgencia y del fragor psicológico y acústico de la mecanografía jurídica; porque aparece con cierta frecuencia un hiriente «gravámen», que pide a gritos la cancelación de esa carga acentual; procédase a ella, sin más trámite, de oficio.

                «Gravamen» se escribe con v (o con su antepasada u) desde hace al menos veinticinco siglos; pero también aparece a veces, en medio de aquel fragor, una «finca grabada» con b de barbaridad; la vista del lector, que puede planear sobre el texto un tanto despreocupada, se queda de momento prendida en la palabra, como cuando entre la uniforme muchedumbre se divisa, de pronto, un rostro extraño; pero los sentimientos que siguen a la súbita suspensión no son de benevolencia, sino de repudio. ¡Finca grabada…! Habría que remontarse varios siglos en la Historia, a la cultura mesopotámica, a la griega muy especialmente, o, entre nosotros, a la Hispania romana, donde, colocados sobre una finca, aparecen en múltiples ocasiones una placa o un cipo (mojón o trozo de columna que siguió luego una desvergonzada evolución etimológica) de diversos materiales, grabados (aquí sí, con b) con advertencias al comprador o al poseedor de las responsabilidades reales del fundo. Hoy, gracias al Registro de la Propiedad, las fincas sólo han de gravarse con v.

Otros acentos sorprendentes

                El lapsus del «gravámen» acentuado por confusión del plural y el singular tiene algunos hermanos gemelos: margen, márgenes; resumen, resúmenes; en la práctica jurídica son palabras menos usadas en su acepción de sustantivos, pero pueden ser estribillo recurrente de algún redactor en sus locuciones adverbial «al margen de…», «en resumen…»: ¡en singular, siempre sin acento!

                Tampoco es extraña entre mecanógrafos habituados a la constitución, transmisión, modificación y extinción de derechos reales, la tendencia a acentuar las palabras terminadas en «on»; y en ocasiones, sin pararse a distinguir si son agudas (lo que impone la tilde) o son llanas (lo que la proscribe); y así aparecen unos vendedores que «adquirierón» la finca o unas letras que «fuerón» aceptadas.

Verbos irregulares

                Los verbos irregulares han sido suplicio de los niños que estudian su propio idioma y de los no tan niños que estudian ajenas lenguas. Y el trauma infantil debe subsistir más allá de la enseñanza elemental y trascender a los estudios superiores y a la práctica profesional, a juzgar por algunos escritos (públicos y privados) y por lo que se oye con demasiada frecuencia en radio y televisión. Repasaremos algunos de estos verbos y otros que, aun siendo regulares, presentan ligeras dificultades de uso.

Satisfacer

                El verbo satisfacer no ofrece grandes dificultades, siempre que se recuerde que en su conjugación sigue a otro verbo que, en general, está perfectamente dominado: hacer. Se evitará así decir o escribir «satisfacería» por satisfaría, «satisfaceré» por satisfaré…, etc. Durante un tiempo circuló una minuta de préstamo hipotecario en la que se amenazaba con el vencimiento del crédito y otras penas del infierno si el prestatario no «satisfaciere» el capital e intereses… Si se hubiesen decretado iguales penas para el prestatario que no «haciere» las reparaciones de conservación, la falta hubiese sido igual de grave (al menos gramaticalmente; hipotecariamente, más). En posteriores ediciones de la minuta se recondujo la palabra al correcto satisficiere. La regla de que satisfacer se conjuga como hacer tiene dos únicas y pequeñas excepciones: la segunda persona singular del imperativo admite la forma satisfaz (como hacer) y la regular satisface; y el participio, satisfecho, conserva su antigua «f» sin cambiarla por la «h».

Averiguar y su familia

                El verbo averiguar no es especialmente usado en la práctica jurídica, de manera que no se debiera insistir sobre él de no ser porque tiene una conjugación bastante conocida y que sirve de modelo a muchos otros verbos de más difícil manejo: los terminados en –cuar o –guar. Especialmente interesante resulta el presente de indicativo: Averiguo, averiguas, averigua… Pues bien, el acento en esta conjugación es o debería ser idéntico en verbos como adecuar: adecuo, adecuas, adecua… y no «adecúo, adecúas, adecúa…»; o evacuar: evacuo, evacuas, evacua y no «evacúo, evacúas evacúa…»; pero el acento espurio se fue introduciendo hace unos años por obra y gracia de la televisión, donde todos los días aparece, por desgracia, alguna evacuación, debida a una «inesperada» ola de frío en invierno o a una «inesperada» ola de calor en verano (se diría que lo inesperado tendría que ser lo contrario); y, como al locutor no debe sonarle demasiado bien que de evacuar se derive «evacúa», ha optado por pronunciar mal en los dos casos; no se atreve a decir «evacúar», pero sí a algo parecido: «evacu-ar», con una pequeña pausa que transforma en hiato el diptongo sin que se note demasiado el acento; y la RAE, como suele hacer, se ha rendido a la evidencia televisiva y admite en la conjugación de los dos verbos «adecuo o adecúo», «evacuo o evacúo».

Desviar y la suya

                También el verbo desviar sirve de modelo a muchos otros con conjugación no tan conocida y, principalmente, a vaciar: en indicativo, vacío, vacías, vacía, vacían; en subjuntivo, vacíe, vacíes, vacíe, vacíen; en imperativo, vacía, vacíe, vacíen; en todas las demás formas, la i es átona (vaciara, vaciaré, etc.) No ocurre lo mismo con vidriar, que se conjuga como cambiar y, por tanto, la i es átona en todos los casos; aunque si alguien tiene el activo literario de Gustavo-Adolfo Bécquer (y tal vez sus necesidades de rima y cadencia) puede permitirse un borrón: «Cuando la muerte vidríe de mis ojos el cristal, mis párpados aun abiertos ¿quién los cerrará?…»

Prever no siempre es proveer

                Estos dos verbos parecen rememorar la diligencia del buen padre de familia de los entrañables textos del viejo Código civil; la previsión del suceso distingue además el caso fortuito de la fuerza mayor. Pero bajo su apariencia inofensiva, la verdad es que prever (pre-ver, ver con anticipación) sufre los ataques prepotentes de la más sofisticada proveer; y así aparecen en ocasiones relativamente frecuentes, las formas «preveer», «preveyendo», «preveyó», cuyas terminaciones son buenas para proveer, que se conjuga como leer, pero inaceptables para prever, que se conjuga como ver: prever, previendo, previó, son las formas correctas.

Deber y deber de

                El verbo «deber» seguido de un infinitivo denota obligación de hacer lo que ese infinitivo expresa («el comprador deberá pagar…»); en cambio, el «deber de» más infinitivo implica suposición o conjetura («deben de ser las ocho»). En las escrituras públicas se establecen casi siempre obligaciones que suelen introducirse literariamente con el verbo deber (vgr.: «el comprador deberá pagar el resto del precio antes del día…»). Hay que tener especial cuidado en eliminar el «de» conjetural, en estos tiempos en que se sufre una epidemia contagiosa de deísmo (no precisamente divino) y de dequísmo (francamente infernal); de otra forma puede llegarse a sujetar al comprador a una probabilidad de pagar y no a una obligación jurídica, que es lo que el vendedor desea. La RAE, en el DPD, dice que en el sentido de probabilidad o suposición «la lengua culta admite también el uso sin preposición: ‘Marianita, su hija, debe tener unos veinte años’ (VLlosa Fiesta [Perú 2000])»; pero no al revés, es decir, no puede usarse el «deber de» en el sentido de obligación.

LISURA DEL LENGUAJE Notas de gramática y redacción jurídica Pedro Ávila Navarro

Bahía de La Concha de San Sebastián. Por Shibouya

 

LISURA 5.  Pedro Ávila Navarro
El acta

            «Acta» es un sustantivo de género femenino; pero el artículo definido «la» se transforma en «el» en algún caso: en tiempos antiguos se decía que cuando el nombre femenino que lo sigue inmediatamente comienza por a o ha acentuadas; hoy es lo mismo, pero debe decirse que cuando empieza por el fonema /a/ tónico («el alma», «el hacha»). La forzada regla no consiste en aplicar el artículo masculino «el» a un sustantivo femenino, «acta»; no hay tal discordancia de género: por el contrario, ese «el» es una segunda forma del artículo determinado femenino; en efecto, derivado éste del latín «illa», o del castellano antiguo «ela», puede, según los casos, perder el fonema inicial, «i» o «e», y quedar en «la», o perder el fonema «a» final y quedar en «el»; pero ambas formas son femeninas, aunque una de ellas coincida, casualmente, con el artículo masculino. Sin tantos méritos históricos, también se admite por la Academia la forma «un» del artículo indefinido seguido de sustantivo femenino que comience por el fonema /a/ tónico («un alma», «un hacha»). E incluso, la combinación de los cuantificadores «algún» y «ningún» con sustantivos femeninos de igual comienzo («algún alma», «alguna hacha»). Lo que debe tenerse siempre presente que el requisito fundamental para la sustitución de «la» por «el» o de «una» por «un» es que el fonema /a/ tónico vaya inmediatamente detrás; la interposición de cualquier palabra, un adjetivo calificativo, por ejemplo, reconduce a la regla general, tanto al artículo como al adjetivo; y así, puede decirse «el acta reseñada», pero «la reseñada acta».

            Y ahí se acaban las licencias: dice la Academia que tal asimilación con el masculino se extiende a veces indebidamente a otros determinantes y adjetivos que preceden al sustantivo, y añade tajantemente que «se trata de usos frecuentes pero incorrectos, que se recomienda evitar»: sería el caso de los adjetivos demostrativos, como este, ese o aquel, o adjetivos determinativos, como todo, mucho, poco, otro, etc.: delante de un sustantivo femenino, deben ir siempre en femenino.

            Así pues, en resumen, «el acta» y, si se prefiere, «un acta», «ningún acta»; pero «esta acta», «la citada acta», «otra acta», y nunca «este acta», ni mucho menos «el citado acta notarial».

            (Se advierte de esto porque llegó a tener publicación oficial un documento en el que aparecen «un nuevo acta… dicho acta…», como si «acta» fuera sustantivo masculino; y en el mismo documento se habla, aunque parece que transcribiendo de otro, de «otorgamiento de Acta de entrega», cuando ni las actas notariales tienen otorgamiento, ya que no hay en ellas declaraciones de voluntad, ni son nombre propio que deba escribirse con mayúscula.)

 

Tilde y metamorfosis de la conjunción o

            Todavía se arrastra por algunos la vieja costumbre de acentuar la letra «o» cuando va entre números («13 de diciembre de 2016 ó 6 de octubre de 2014»); sin duda se hace (o se hacía) para distinguirla del cero, «0», en la escritura a mano o incluso en máquina de escribir; en aquellas viejas y entrañables máquinas, en las que se utilizaba la O mayúscula para escribir el cero (como se utilizaba la ele minúscula para escribir el 1). Pero hoy día, en la escritura por ordenador ya no hay posibilidad de confusión: en «OOO» o en «ooo» está claro que se trata de letras, y en «000», de guarismos. Por tanto, debe considerarse incorrecta aquella práctica acentual. Ya hacía tiempo que estaba olvidada la máquina de escribir (2005) cuando el Diccionario Panhispánico de Dudas seguía diciendo que «se recomienda seguir tildando la o en estos casos para evitar toda posible confusión»; pero la norma debe entenderse derogada por la ley posterior, que es la Ortografía (2010), en la que «se elimina la recomendación hasta ahora vigente de tildar la conjunción disyuntiva o cuando aparece entre dos números», y se basa en la diferente forma y altura de los dos signos.

            En cuanto a metamorfosis, es sabido que la conjunción disyuntiva o se transforma en u cuando va seguida del fonema o, o sea, cuando la palabra siguiente empieza por o o por ho («toros o cerdos», pero «cabras u ovejas»). Es norma generalmente sabida y ordinariamente bien aplicada; solo hay que recordar dos detalles que pueden fallar, y a veces fallan:

            –El primero es que la norma es más musical que ortográfica, tiende a evitar la cacofonía de dos oes seguidas y no la estética ortográfica, por lo que rige igual cuando lo que sigue no es una letra, sino un guarismo («siete u ocho», y también «7 u 8»).

            –Según la RAE (consultas en la web), la metamorfosis también se aplica en las correlaciones disyuntivas en las que aparece o para otras opciones («se puede pactar: o compraventa o retracto u opción de compra»; parece que también se prefiere la estética musical a la óptica.

 

Proceder

            Proceder es un verbo con poco significado, pero que en la redacción jurídica se usa (o abusa) con mucha frecuencia. Prescindiendo de la acepción penalista de «Iniciar o seguir procedimiento criminal», proceder es, según el DRAE, pasar a poner en ejecución algo a lo cual precedieron algunas diligencias; y pone el ejemplo de «Proceder a la elección de papa», quizá pensando en los preparativos del cónclave; o «continuar en la ejecución de algunas cosas que piden tracto sucesivo» (aquí, sin ejemplos). Pero su empleo es siempre pleonasmo, porque «proceden a firmar la escritura» o «procedo a extender el asiento» no añaden gran cosa a «firman la escritura» o «extiendo el asiento»; cierto que el pleonasmo no siempre es condenable, sobre todo cuando se usa «para añadir expresividad a lo dicho» (DRAE), o sea, para recalcar que nos referimos a un acto más dentro de un tracto sucesivo de actos; pero eso ya se deduce del contexto, y el lenguaje jurídico exige austeridad más que expresividad, y en ese sentido, el pleonasmo sí es «demasía viciosa» (también DRAE).

 

Lisura del Lenguaje. Notas de gramática y redacción jurídica 5

Villarrubia de Santiago (Toledo). Por Malopez 21.

LISURA 6. Pedro Ávila Navarro
Sacar y meter, quitar y poner.–

              Es sobradamente conocida la confusión, que desde Galicia se extiende a otras zonas de España, entre ellas Cataluña, entre sacar y quitar; también se han hecho famosos los ejemplos de Rabanal, recogidos de la prensa, como el del hombre que se arrojó al tren «con ánimo de sacarse la vida»; ejemplo que, según este lingüista, parece evidenciar el profundo pesimismo del alma gallega: «Sacarse la vida…», como quien se saca una espina o una muela que no nos deja dormir. Más festivo es el ejemplo de Cela, que no se reproduciría aquí de no venir avalado por el prestigio de tan notable escritor: cuenta Don Camilo‑José de una pareja de novios gallega que se está excediendo en sus efusiones amorosas; dice ella: «¿Me quito una teta?»; y contesta él: «No, mejor sácate la blusa».

            La confusión llega al ámbito jurídico: Mientras en algunos lugares de España el retracto legal es llamado derecho de «saca» o de abolorio, en otros el convencional se denomina venta a carta de gracia o «al quitar». El Notario gallego recibe en ocasiones la demanda de un cliente para que «le quite una copia» de su escritura; y más de un Notario, gallego o no, anota en la matriz esa «saca».

            Recuerde el que padezca la confusión el consejo que reciben en la escuela los niños gallegos: Se saca lo que se mete y se quita lo que se pone: se pone, y se quita, la chaqueta o el zapato; se mete, y se saca, el brazo en la manga o el pie en el zapato. Si se trata de trasladar el consejo al ámbito notarial, se encuentra que la copia de las actas o de las escrituras, ni se mete ni se pone; es incorrecto «sacar» copia y más aún «quitarla»; debe dejarse, pues, la saca para Correos y la quita, con o sin espera, para el concurso de acreedores. En lenguaje más frío, por administrativista, pero más exacto, la copia, simplemente, se expide.

 

Sino, sinó y si no.–

             «Sino» y «si no» aparecen confundidos en algunas ocasiones («no puede tenerse por efectuado el depósito de las cuentas anuales de una sociedad sino se presenta el correspondiente informe…». Se debe tener claro que «sino» es conjunción adversativa («mas, pero, empero, sino, sin embargo»), que, como su propio nombre indica, expresa contraposición («884. Si el legado no fuere de cosa específica y determinada, sino genérico o de cantidad…»), excepción («929. No podrá representarse a una persona viva sino en los casos de desheredación o incapacidad»), con menos frecuencia, adición (858. El testador podrá gravar con mandas y legados, no sólo a su heredero, sino también a los legatarios») o «más que» («813. El testador no podrá privar a los herederos de su legítima sino en los casos expresamente determinados por la ley»). Mientras que «si no» son dos palabras distintas, la primera conjunción condicional, y la segunda adverbio de negación; como condicional, el «si» puede ir acompañado del «no» si la condición es negativa («no puede tenerse por efectuado el depósito de las cuentas anuales de una sociedad si no se presenta el correspondiente informe…»), o puede ir solo si la condición es positiva («puede tenerse por efectuado el depósito de las cuentas anuales de una sociedad si se presenta el correspondiente informe…»); y, como independientes, las dos palabras podrían separarse («no puede tenerse por efectuado el depósito de las cuentas anuales de una sociedad si el administrador no presenta el correspondiente informe…»).

            Aclarado esto, el DPD y la Gramática se apresuran a aclarar que «el segundo elemento de la secuencia [si no] es tónico, frente a la atonicidad de la conjunción adversativa sino»; o sea, «si nó» y «sino». Pero hete aquí que en catalán la conjunción adversativa es «sinó», aguda, y que ese acento se está trasladando al español, quizá por vía del doblaje de las películas que se hace en Barcelona, y que es muy frecuente oír en la radio o la televisión a locutores que dicen ya, y parece que irreversiblemente, «sinó». Es incorrecto, pero ya parece un triste sino, que esta si es ya palabra grave («síno»), y casi siempre triste (como en «Alma de Dios»: «Es caminar siempre errante / mi triste sino, / sin encontrar un descanso / en mi camino»).

Lisura del Lenguaje. Notas de gramática y redacción jurídica. Sacar y meter, quitar y poner. Sino, sinó y si no.

Pórtico de la Majestad, en la Colegiata de Santa María la Mayor de Toro (Zamora). Por Eduardo Alberto Sánchez Ferrezuelo.

(Continuará…).

Pedro Ávila Navarro en su discurso de aceptación del Premio Notarios y Registradores.

Pedro Ávila Navarro en su discurso de aceptación del Premio Notarios y Registradores.

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RECURSOS LITERARIOS EN LA WEB

BIOGRAFÍA DE PEDRO ÁVILA NAVARRO, PREMIO NOTARIOS Y REGISTRADORES 2014

 

José Antonio Escartín Ipiéns: Premio Notarios y Registradores 2015.

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JOSÉ ANTONIO ESCARTÍN IPIÉNS

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PREMIO

NOTARIOS REGISTRADORES

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2015

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RAZONES PARA
LA CONCESIÓN
BIOGRAFÍA

SEMBLANZA

(por Julio Burdiel) 

DISCURSO DE ACEPTACIÓN

 CARTA MANUSCRITA

CON SU VOZ Y VIDEO

Datos de Contacto 

ENTREGA DEL PREMIO DURANTE LA WIII CONVENCIÓN

  

RAZONES PARA LA CONCESIÓN:

 El Equipo de Redacción de la web, tras amplias deliberaciones, ha acordado otorgar el Premio Notarios y Registradores, en su IV Edición, al Notario Y EXCMO SR. don José Antonio Escartín Ipiéns…

 

   por su aplicación, brillantez Y CURIOSIDAD en los estudios, que puede servir de ejemplo para las nuevas generaciones;

   por haber sabido aunar su faceta de político fiel a sus ideales, con su actividad como profesional del derecho;

   por su intensa labor corporativa y como Notario al servicio tanto de grandes entidades como de personas sencillas;

   por su renuncia a jubilarse manteniéndose incansablemente activo en multitud de proyectos que benefician a la sociedad.

 El Presidente del Comité: don José Ángel García-Valdecasas.

   

APUNTES BIOGRÁFICOS

BIESCAS.

Biescas, el pueblo donde nació José Antonio Escartín Ipiéns, apellidos, con mucha resonancia en la comarca, se encuentra en el centro del Pirineo Aragonés a escasos 30 km de la frontera francesa. Escartín tiene un topónimo a 1.300 m, en Sobrepuerto, donde quedan restos de una iglesia mozárabe del siglo X. Ipiéns fue un peregrino provenzal.

Procede de las Casas de Domingo Escartín (padre) y Mosen Sanz (madre), con todo el significado que en Aragón tiene el concepto de “casa”, y más de trescientos años de historia a sus espaldas.

Nació en 1935, a punto de estallar la cruenta guerra civil, más cruenta todavía para su pueblo que sufrió una grave destrucción como consecuencia de las idas y venidas de ambos bandos que alternaban su dominio.Imagen de Biescas (Huesca), tras la Guerra Civil.

En un ambiente desolado de reconstrucción, físico y humano, en el que sus padres José y Ascensión tuvieron que recomponer el negocio familiar-una tienda de pueblo y campos-, cursó sus primeros estudios.

Imagen de Biescas (Huesca), tras la Guerra Civil.

No recuerda cómo aprendió a leer; pero a los cuatro años Mosén José Aranda le enseñaba los latines propios de un monaguillo; y de los cinco a los ocho años dos excelentes maestros don Ignacio y don Miguel le dieron en la Escuela de Biescas la base elemental para poder acceder al bachillerato. Fue proverbial la intervención de ambos maestros para convencer a sus padres de que el chico valía y que, por mucho esfuerzo que supusiera para la familia, tenían que darle estudios en Zaragoza.

Y recuerda los ojos tristes de algunos de sus amigos de la escuela cuando le vieron partir. Ellos no pudieron hacerlo. ¿Sabrán los chicos de hoy lo que significaba entonces la oportunidad de estudiar?

Así pues, a la edad de ocho años, acompañado por su tío Lorenzo, cogió el tren canfranero con destino a la metrópoli.

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ZARAGOZA.  

Quedó interno en el Colegio de El Salvador de Zaragoza (PP Jesuitas) durante los ocho años que por entonces duraba el Bachillerato (siete cursos y el ingreso). Durante los veranos subía a Biescas para echar una mano en la tienda o en las faenas del campo.

Recogiendo hierba con su tío Lorenzo Ipiéns Lacasa

No se contentó con centrarse en el aprendizaje de los libros de texto, sino que trató de indagar en otras fuentes, algunas de ellas vistas con recelo desde la perspectiva de la época lo que incluso le provocó problemas de conciencia que tuvo que solventar con el Magistral de El Pilar, al que consultó si era procedente la lectura de heterodoxos, recibiendo una respuesta alentadora para su sed de saber.

Terminó con Premio Extraordinario en la Reválida en 1952. Fue la última promoción del Plan de Sainz Rodríguez. Nada de división prematura en ciencias y letras, sino examen en la Universidad, un verdadero control de calidad para alumnos y centros educativos. Considera que era un buen sistema con la salvedad de la mala enseñanza de los idiomas, tanto los clásicos como los modernos. De ese bachillerato, tan bien aprovechado surgió la sólida base de cultura humanística que posee y que convierte en un placer intelectual su conversación.

Sin solución de continuidad, renunciando a un beca para la Comercial de Deusto, ingresó en la Facultad de Derecho de Zaragoza de la que formaban parte juristas con un gran renombre como Ramiro Rico, en Derecho Político, Herce Quemada en Procesal o Lacruz Berdejo, en Civil (de quien fue discípulo y en cuya cátedra estuvo integrado durante dos años).

La semilla del interés por “la cosa común” la desarrolló tras la impagable influencia del sabio peripatético y ágrafo catedrático don Nicolás Ramiro Rico quien, tras haber pasado por su aula, influyó decisivamente en su vida cotidiana: un buen día fue a buscarlo a la pensión donde vivía y se lo llevó al Colegio Mayor “Pedro Cerbuna”, que a la sazón dirigía, cargando una maleta cada uno.

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Con exalumnos del Colegio El Salvador PP Jesuitas, de Zaragoza

Por entonces participó en la fundación de la Academia Aragonesa de Ciencias Sociales y del Instituto de Estudios Europeos, formando parte de un grupo de profesores y alumnos, adelantados a su época, pues corría el año 1954. Con tal motivo, viajó por Francia e Italia donde trabó contacto con políticos de la Democracia Cristiana y del Partido Socialista. Se realizaron cursos monográficos dedicados a los partidos políticos, a las organizaciones sindicales y patronales, a la política exterior, vigilados pero  tolerados.

Se licenció en 1957, tras cinco años, 23 matrículas y 2 sobresalientes, que le hicieron merecedor al Premio Nacional José Calvo Sotelo al mejor expediente de Derecho de todo el Estado español. A la entrega en Madrid por el Presidente del Consejo de Estado, el Conde de Vallellano, en la sede de dicho organismo, acudió su familia desde Biescas con una madre emocionada de ver cómo eran reconocidos el esfuerzo e inteligencia de su hijo y el sacrificio de toda la familia. Por desgracia, su padre José, acababa de fallecer y sólo desde el cielo pudo sonreírle.

OPOSICIONES.

Se trasladó a Madrid para preparar oposiciones a notarías, viviendo en el Colegio Mayor “Diego de Covarrubias”, al lado del Parque del Oeste, dirigido por el Catedrático Fernando Suárez González, quien logró crear un clima intelectual que propició el paso de todo el Madrid Cultural de la época (1959/63). Allí vivió el ambiente predemocrático en libertad y discreción, con alumnos de todo lo que ha sido el arco parlamentario español semillero del que salieron hasta diez Ministros del Gobierno de España. La estancia fue costeada con una Beca de la Comisaría de Protección Escolar.

El feliz acontecimiento fue que conoció a una murciana, Amparo Yago -entonces mediaba sus estudios de Farmacia- que vivía en el cercano Colegio Mayor “Isabel de España”. Tardaron aún cuatro años en casarse, hasta que él fue notario y ella farmacéutica. Desde entonces, Yecla se convirtió en su segunda patria chica.2015-Jose-Antonio-Escartin-Ipiens-3-con-Amparo

Los veranos también eran de estudio en Biescas, armado con uno de los primeros magnetófonos, de grandes ruedas, que utilizaba para corregir errores y dicción ante un duro examen oral de hora y media que se le avecinaba.

Preparó las oposiciones con los hermanos Sánchez de Frutos –Paco y Ramón- y, tras un ensayo en Registros para foguearse, ya maduro, obtuvo el puesto número tres en las disputadas oposiciones de 1962-63, celebradas en Granada.

Su primer destino -que siempre se recuerda con cariño y nostalgia-, fue Alcalá de los Gazules, en la provincia de Cádiz, actual conjunto histórico artístico, dentro del Parque Natural de Los Alcornocales. Los recién casados disfrutaron del fruto de tanta dedicación. Con el 600 de quinta mano que tenía Amparo –y luego con un nuevo y fastuoso 2 Caballos- trotaron por la bella provincia gaditana, siempre que no hubiera que subir una cuesta muy pronunciada, para ir levantando actas y disfrutar de algo de tiempo libre tras la esclavitud de la oposición.

Ya por aquel entonces se hizo socio de la Revista “Cuadernos para el Diálogo”, síntoma de que permanecía en él el gusto por el debate social y político.

Pero aprovechó la inercia del hábito y, compaginando con las escasas ventas de cortijos y autorizaciones de testamentos, preparó las oposiciones restringidas que le permitieron acceder a una notaría de primera: Logroño le esperaba.

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LOGROÑO.

2015-Jose-Antonio-Escartin-Ipiens-5-despachoLlegó a la capital riojana en 1968, con tan sólo 32 años y allí disfrutó de una experiencia vital de primer orden: humana, profesional y política. 

Su espíritu inquieto no le permitió centrarse exclusivamente en su profesión, sino, que ante la oportunidad política que se nos abría a todos los españoles con el cambio de régimen, intervino en la fundación de Unión del Centro Democrático en el año 1977, tanto a nivel nacional como a nivel de lo que más adelante constituiría una comunidad autónoma, siendo Presidente de la recién constituida formación en La Rioja. También fue socio de la Revista “Cuadernos para el Diálogo”.

Exponiendo en público sus ideas políticas, recorrió todos y cada uno de los pueblos de Comunidad en tres campañas electorales, tras una de las cuales obtuvo acta de diputado para la primera legislatura que tuvo lugar una vez aprobada la Constitución.

El nexo con La Rioja se ha mantenido con intensidad desde entonces, mediante frecuentes visitas a la Comunidad, por reuniones con amigos riojanos. a través del Centro Riojano de Madrid y por su cualidad de Presidente de la Congregación de Nuestra Señora de Valvanera.

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DIPUTADO.

Este periodo de cuatro años, 1979-1982, fue uno de sus más fructíferos, pues durante el mismo tuvo una intensa actividad parlamentaria en las Comisiones de Presidencia, Hacienda y Justicia.

Fue ponente en cerca de treinta leyes de aquella legislatura, entre las que destacan la Ley Orgánica del Consejo de Estado, Encuestas electorales, Régimen transitorio de la Imposición Indirecta, ITPyAJD, Procedimientos Tributarios, Ley de Ordenación del Seguro Privado o la del cambio de denominación de la provincia de La Rioja (entre otras muchas).2015-Jose-Antonio-Escartin-Ipiens-7cortes

Y específicamente, dentro de la esfera civil:

– Fue principal responsable (ante el grupo parlamentario de UCD) de la Ponencia de la Ley de 13 de mayo de 1981 (de modificación del Código Civil en materia de filiación, patria potestad y régimen económico del matrimonio).

– También fue el Ponente de la llamada Ley del Divorcio, de 7 de julio de 1981 (por la que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se determina el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio).

– Y de la de Tutela que quedó dictaminada a falta de una enmienda meramente gramatical del Senado. Disueltas las Cortes solo sería Ley en 1983.

En total 542 artículos del Código Civil fueron modificados.

Publicada la Reforma de 1.981, y siendo Ministro de Justicia del Gobierno de Calvo Sotelo, don Pío Cabanillas, fue representante del Estado en una Comisión Técnica constituida para arreglar los desperfectos que había provocado en las relaciones Iglesia-Estado el debate parlamentario de la llamada Ley del Divorcio.

Presentó a la Comisión Mixta Iglesia-Estado un Informe sobre el Sistema Matrimonial derivado del Conjunto Acuerdos-Constitución-Código Civil que restableció el orden frente a una desquiciada campaña político-mediática. Ayudó en muy buena medida al positivo resultado su entendimiento –su buena química que ahora se diría- con el Cardenal catalán Narciso Jubany.

Fue Redactor y Ponente del Estatuto de Autonomía de La Rioja, experiencia que le permitió sentir en primera persona la conflictividad del Título VIII de la Constitución. Fue el sexto en orden cronológico.

Visitó Israel en 1982, como comisionado parlamentario, para propiciar el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

Sufrió en sus propias carnes el secuestro de la voluntad popular que se produjo el 23 de febrero de 1981 siendo retenido, junto al resto de diputados y al Gobierno de la Nación. Difíciles momentos en los que temió -todos temimos- incluso por su vida, como aquel en el que se ordenó el apilamiento de sillas que podría bien ser preludio de su combustión con el subsiguiente incendio. O cuando, con las primeras luces del día 24, los fatigados golpistas descerrajaron sus armas en posición de tiro desde las tribunas con un sonido en tres tiempos que nunca olvidará.

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MADRID.

La mayor parte de su vida profesional la ha llevado a cabo en Madrid, con cerca de 25 años de actividad. Su notaría creció al amparo de los intensos años de desarrollo de la ciudad; contando con el apoyo de unos colaboradores incansables y fieles y de unos abogados vocacionales y artesanos, logró establecer una notaría de pueblo en medio de la gran ciudad.

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Su trato afable y directo con el público no hizo distinciones entre la sencilla trabajadora o el gran empresario. Por ese camino, llegaron a la notaría grandes, pequeñas y medianas empresas y entraron en el despacho algunas de las grandes firmas de abogados y consultoría, a requerimiento de éstas.  Su protocolo reflejo una síntesis de lo que fueron los años de crecimiento anteriores a la crisis del 2008 y siguientes. El reto de mantener esta actividad le exigió horas de trabajo y estudio. Fue entonces cuando hubo de pasar los veranos en El Escorial a una hora de su despacho. La Notaría de Escartín estaba abierta los 12 meses del año y su titular disponible.

Algunas escrituras significativas que recuerda son, por ejemplo aquella en la que hubo de recomponer las diez estirpes que determinaban la titularidad de la casa Palafox de Zaragoza, la de la creación de una mancomunidad de servicios para cinco universidades, o complejos de negocios de Derecho Marítimo, con multilocalizaciones.  Su despacho, que partió de tener un contenido básico Civil, fue convirtiéndose en un híbrido con mercantil. Muchos fueron los secretos -incluso mediáticos- que conoció en el ejercicio de su función y que ahí quedaron, no sólo por su discreción, sino también por la de sus empleados.

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ACTIVIDAD CORPORATIVA.

José Antonio Escartín perteneció a las Juntas Directivas de los Colegios de Burgos y Madrid.

Fue representante del Notariado Español en los Congresos del Notariado Italiano de los años setenta, ochenta y noventa del pasado siglo.

2015-Jose-Antonio-Escartin-Ipiens-1-discursoRepresentó a los Notarios españoles en Bruselas, junto a Isidoro Lora Tamayo, con motivo de la Comisión Mc Millan. Allí defendió nuestro sistema de seguridad jurídica preventiva frente a las mediáticas acusaciones contra el mismo al que achacaban que propiciaba desprotección para los ciudadanos británicos, cuando la realidad era que los negocios criticados eran realizados entre ingleses intentando aplicar exclusivamente su legislación y dejando de lado las instituciones notarial y registral españolas.

Informó a la Comisión de Trabajo organizada por el Parlamento Europeo bajo la gestión de “Andersen Francia”, sobre el Sistema Notarial – Registral Español en el campo inmobiliario.

Durante 15 años fue representante del Notariado en la llamada “Unión Profesional”, mientras la presidió el inolvidable don Antonio Pedrol Ríus, donde coincidió con Abelardo Gil, representante de los registradores con quien tuvo siempre una gran sintonía.

Ha dado Conferencias en los Colegios de Abogados de Madrid, Granada, La Rioja, dos en el Club Siglo XXI, otras dos en las Academia Matritense del Notariado; y fue conferenciante habitual  en Madrid con motivo de la Reforma de la Ley de Sociedades Anónimas de 1.989 entre otras muchas.

Y ha sido Archivero de Protocolos Notariales en La Rioja y Madrid durante más de treinta años, lo que significa que durante ese periodo ha sido custodio de una parte sustancial de los documentos que plasman la historia de España.

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COMISIÓN GENERAL DE CODIFICACIÓN.

José Antonio entró a formar parte como Vocal Permanente de la Comisión General de codificación, en su Sección Civil, como reconocimiento por sus trabajos parlamentarios y representativos. En su seno, bajo la presidencia de don Luis Díez Picazo, ha desarrollado una intensa actividad. Podemos destacar su participación en “La propuesta de Modernización del Derecho de Obligaciones y Contratos”; en las Propuestas de modificación del CC en “Contrato de Servicios” y de “Contrato de Obra”; y en la que ha sido Ley 4/2012 de 6 de julio sobre Contratos de Aprovechamiento por Turno de bienes de uso turístico, de adquisición de productos vacacionales de larga duración, de reventa e intercambio”. Y en las deliberaciones de la Sección sobre los Contratos de Compraventa, Mandato, Préstamo (Mutuo y Comodato), prescripción. O numerosos informes a anteproyectos como los de Jurisdicción Voluntaria, Custodia Parental, Protección a la Infancia. Y continúa en la actualidad prestando sus servicios en la nueva etapa de Antonio Pau.

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RECONOCIMIENTOS.

José Antonio Escartín está en posesión de la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort –todo jurista conoce el mérito que representa- que le fue impuesta en el Colegio de Abogados de La Rioja en 1982, por el Presidente del Consejo General de la Abogacía don Antonio Pedrol Rius.

Caballeros de Nuestra Señora de Valvanera

También le ha sido concedida en 2010 la Medalla de Oro del Centro Riojano de Madrid en presencia del Presidente de la Comunidad Autónoma de La Rioja.

Es Presidente desde hace más de diez años de la Real y Pontificia Congregación de Nuestra Señora de Valvanera, fundada en Madrid en 1722, lo que le llevó a ser nombrado Caballero de Nuestra Señora de Valvanera en el milenario monasterio riojano.

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TRAS LA ¿JUBILACIÓN?

Se jubiló en 2005, con la edad reglamentaria, pero lejos de disfrutar de un merecido descanso, durante estos años ha seguido manteniendo un alto nivel de actividad, tanto en la Comisión General de Codificación como impartiendo conferencias o asumiendo el reto que supone la presidencia de una nueva revista electrónica como es la Revista de Derecho Civil. Fruto de su experiencia en derecho de familia, también ha estado trabajando intensamente en estos últimos tiempos en el difícil asunto de la custodia compartida.2015-Jose-Antonio-Escartin-Ipiens-10-viaje

En los últimos años ha publicado abundantes libros y trabajos como “El aprovechamiento por turno”, Civitas 2012; “Contrato de Servicios”, en los trabajos del 150 Aniversario de la Ley del Notariado, 2012; sobre la reforma del Título IV del CC, “De las obligaciones y Contratos”; sobre “Defensa del Deudor Hipotecario”, Jornadas de Almería, mayo 2013; y la más reciente sobre el “Contador Partidor Dativo”, en el Libro Homenaje a la Catedrática de Derecho Civil, la Profesora Teodora Torres. Valladolid 2015.

Sin embargo, sus inquietudes le derivan también hacia actividades ajenas a lo que es el mundo del Derecho, como su reciente estudio sobre las comunicaciones  transfronterizas en el alto Aragón su tierra natal a la que, de nuevo rinde culto agradecido.

Asimismo, pertenece a la Hermandad del Refugio, con sede en San Antonio de los Alemanes, de cuya entidad es consiliario 2º en la Junta Directiva. Esta Entidad que ha cumplido 400 años de existencia tiene un comedor social, un colegio y una residencia de personas mayores. Y su sede es una de las iglesias más bellas de Madrid.

Y coherente con sus ideas, se ha mantenido fiel a su querida UCD, sin abandonarla en ningún momento. La Unión de Centro Democrático, aunque liquidada económicamente, no está formalmente disuelta, por lo sigue inscrita en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior figurando José Antonio Escartín como el último liquidador con cargo vigente.

Estos apuntes biográficos no son sino algunas de las facetas que forman el caleidoscopio de una personalidad rica, que se ha ido labrando con un tremendo esfuerzo y que se ha entusiasmado por todo lo que la vida ha puesto a su alcance ya sea en el plano personal, profesional o político, pero siempre, manteniendo sus pies en la tierra, sus raíces de un chico de pueblo que a los ocho años dejó terruño y luchó y luchó para aprovechar la oportunidad que sus padres y la vida le brindaban.

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José Antonio Escartín, con parte del Equipo de Redacción de NyR

 

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SEMBLANZA  (por Julio Burdiel) 

HOMENAJE EN LA REVISTA DE DERECHO CIVIL TRAS LA CONCESIÓN DE LA MEDALLA AL MÉRITO NOTARIAL EN 2023 (por Teodora Torres) 

Archivo publicado el  24 de marzo de 2015