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NUESTROS DIRIGENTES POLITICOS

¿HAN SIDO SIEMPRE UNOS FANTASMAS?

 

Daniel Iborra

Daniel Iborra Fort, Notario de Vilafranca del Penedès (Barcelona)

  

En 1992, el año de nuestros grandes eventos internacionales y antes del inicio de proceso de  la profunda devaluación de la peseta, publicamos el siguiente articulo, el 1 de septiembre (incluido en nuestro libro  “DE CÓMO SE PUEDE RESOLVER LA CRISIS ECONÓMICA, EL PARO, LA CORRUPCIÓN POLÍTICA Y TENER UNA DEMOCRACIA EFICIENTE, LEYENDO UN PEQUEÑO LIBRO” (2.009).

Releyéndolo y comparándolo con nuestra realidad actual observo que, si adaptamos las variables sustituyéndolas por los últimos escándalos de despilfarro público, me da la impresión de que no hemos cambiado tanto en 20 años. Y si nos retrotraemos a etapas históricas muy anteriores encontraremos ejemplos semejantes de irresponsabilidad y de falta de sentido social en el manejo del dinero público por parte de nuestros antiguos dirigentes. Lo que me ha llevado a la conclusión de que, en este país, es más fácil modificar los hábitos sociales  y culturales y hasta los sistemas de trabajo que los comportamientos políticos. Aunque siempre me quedo con esta reflexión ¿Porqué nos quejamos tanto de los políticos si los hemos escogido nosotros?

“Hace unos meses, un amigo alemán, me manifestó su extrañeza sobre la situación tan fuerte de la peseta en un mundo financiero internacional tan exigente.

Yo intenté explicárselo de la siguiente manera:

Es muy frecuente ver en nuestros pueblos personajes que viven con exagerada ostentación, pero, los que los conocen, no les fían porque deben a medio pueblo. Para sus vecinos, la ostentación no les impresiona, pues saben que “el mercedes” es de su suegro, la casa de sus padres y gran parte de su nivel de vida lo sustentan con endeudamiento, sablazos a los amigos y venta de su patrimonio.

Sin embargo, para los de fuera, que no piden referencias ni indagan sobre su renta y patrimonio, esta apariencia les provoca un espejismo de solvencia que les costará caro en el momento que se dejen seducir por sus cantos de sirena.

Estos individuos, son los clásicos fantasmas del pueblo.

Nosotros, en los últimos años, hemos venido suscitando un espejismo semejante en el mundo internacional.

Me imagino una mesa con los Jefes de Gobierno de la CEE y Gorbachov exponiendo los problemas de su país. Allí y, en medio de un clima de pasividad y de preocupación, nuestro Gobierno rompía una lanza adelantándose con 150.000 millones a todos los socios comunitarios. Íbamos de viaje por América del Sur o África y, nuestros representantes políticos, tenían solución económica para cualquier problema.

Iniciaban sus clásicas rutas de la mendicidad por Europa los, antaño, países progresistas hoy en la ruina, y aquí siempre recogían, en sus platillos, el mayor número de monedas.

Así hemos estado repartiendo, como antiguos aristócratas, buena parte del patrimonio que recibimos de nuestros antepasados.

Venían las multinacionales, que eran seguidas con recelo por todas partes, pues aquí encontraban un chorro de dinero sufragado con el dinero de todos y hasta de sus directos competidores nacionales.

El mundo internacional era testigo de visitas de Presidentes de Autonomías y de Alcaldes, nuestros, más costosas que los viajes oficiales de los Jefes de Gobierno de los ricos países centroeuropeos, en muchos casos, sin otra finalidad que la de dar a conocer su pueblo o el lucimiento o la vanidad personal.

A ello, se añadía el eco mundial de nuestros actos del 92: Olimpiadas sucesivas, Exposición Universal y Olimpiada cultural todo a lo grande y acompañado de un sinfín de gastos y de inversión de caducidad inmediata.

Todo esto tenía que producir fuera un impacto extraordinario. Y por si fuera poco, un Estado tan poco relevante como el nuestro, encabezaba todas las campañas de solidaridad económica internacional y los proyectos más ambiciosos de unificación política que provocarían un incremento de gasto público dirigido a financiar las inversiones y los gastos de financiamiento en la esfera comunitaria, todo ello sin dejar de ampliar nuestros gastos locales, autonómicos y estatales, aunque nos fuéramos quedando sin atribuciones soberanas. El asombro creció sin parar.

Lo que no sabían es que, a la vez que teníamos tanto dinero para el exterior, no se podía pagar puntualmente a los proveedores interiores del sector público, se desatendía de recursos a gran parte de las funciones del Estado, se ampliaban de una manera impresionante los impuestos a la población y los recursos se sacaban de las deudas y la venta del país. ¿Y cómo se puede justificar esto en un mundo internacional tan informado? Yo creo que por razones de cultura política.

Porque les era inimaginable que, en Europa, hubiera unos ciudadanos que les permitieran a sus representantes políticos, desatender sus obligaciones internas cumpliendo escrupulosamente con las externas, favorecer intereses extraños a costa de los propios, dedicar sus escasos recursos a funciones superfluas descuidando las fundamentales y, por último, mejorar el nivel de vida de otros pueblos a costa del suyo.

Así pues, creo que al mundo internacional le hemos provocado, por nuestra ostentación, el espejismo de una gran solvencia sobre los fundamentos de otro gran espejismo, el de que teníamos una Democracia como la suya”.

 

14 de noviembre de 2012-

 DANIEL IBORRA FORT.

ANALISTA DE INVERSIONES

  

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