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LOS MERCADOS TIENEN RAZÓN

(La Sardinera de Santurce)

Joaquín Osuna Costa 

Joaquin Osuna Costa, Notario de Leganés (Madrid)

 y Agente de Cambio y Bolsa

  

 

España es un país en recesión económica, con un Sistema Financiero muy debilitado, con un Déficit Público alto y un nivel de paro escalofriante. Para salir del agujero necesitaría reforzar su Sistema Financiero, controlar el Déficit y reducir el paro. Y ¿qué hacemos? Formalmente eso, pero en realidad todo lo contrario.

 

En efecto, la reforma del Sistema Financiero está dejando pequeño al famoso parto de los montes, y sus resultados son menores que el ratoncillo de aquéllos; ya hace casi cuatro años que empezó con las famosas fusiones frías, que no sirvieron de nada salvo para dilatar la solución y mantener los cargos y los emolumentos de quienes habían arruinado las entidades. En la actualidad, siguen con dificultades prácticamente las mismas entidades que las padecían, sólo que sus problemas son mayores porque todas ellas han sufrido una inmensa fuga de pasivo y una descomunal falta de ilusión en el equipo humano que debe sostenerlas. Hay que ponerse en el pellejo no del Presidente, sino del director de cualquier agencia de Caja de Ahorros que ve cómo su entidad es vapuleada cada día en la prensa, económica y generalista, mientras disminuyen los recursos de su oficina y que trata de sacar adelante su sucursal, mantener a sus clientes y motivar a sus empleados.

 

Por otra parte, el Gobierno, mientras no se cansa de decir que va a sanear el Sistema Financiero para que fluya el crédito en la economía real, parece que, sin informar demasiado del hecho, le endosa periódicamente grandes emisiones de Deuda, que no quiere nadie fuera, para así decir que las subastas de bonos y letras han sido un gran éxito y se ha colocado todo lo que el Tesoro quería. Esa colocación cuasi forzosa de Deuda a la banca se endulza con su elevada rentabilidad, pero eso hace que se añada al drama que supone la reducción de crédito para particulares y empresas, la tragedia de que el Déficit no hace sino aumentar, porque a mayor rendimiento se requerirá un mayor número de títulos para amortizar los que en su día se colocaron a rentabilidades menores.

 

Así, cuando se nos dice que el Tesoro ha colocado tres mil millones de Deuda, lo que debemos entender es que el Gobierno ha disminuido en tres mil millones de euros los recursos disponibles para crédito al sector privado. Eso ya lo inventó Franco, se llamaban Coeficientes de Inversión Obligatoria, pero por lo menos eran públicos y el Gobierno que los imponía era capaz de emitir moneda con lo que el drenaje de fondos al Sector Privado no era tan duro. Porque lo importante no es saber que se ha colocado la emisión de Deuda sino contestar a la pregunta de la sardinera de Santurce ¿Quién compra? Porque si, como nos tememos, la Deuda española sólo la compra nuestra Banca, que no está para echar cohetes precisamente, apaga y vámonos. Sólo eso ya supone una hemorragia que atrae en masa a los tiburones, un síntoma de debilidad que alerta a los Mercados de que hay que deshacer posiciones en Bonos españoles.

 

Resumiendo, no saneamos el Sistema Financiero, al que estamos cargando con exceso de títulos de Deuda, no reducimos el Déficit Público y, desde luego, si no se reactiva el crédito, que nunca se reactivará mientras haya que invertir en bonos, es imposible que se creen puestos de trabajo, antes bien, la destrucción de empleo seguirá.

 

Y esto es lo que vemos desde aquí, desde nuestra perspectiva, porque si nos colocamos en otra órbita, lo que desde fuera se ve es que España es un país decadente, encerrado en un círculo vicioso, que no toma ninguna medida para romperlo sino que, al contrario, lo acentúa, que solicita una inimaginable cantidad de fondos para sanear su banca y pide que se le concedan a largo plazo y corto tipo de interés y que, a la vez, "aconseja" a sus entidades financieras invertir fondos en Deuda Pública de elevada rentabilidad, para que el Déficit, aunque crezca con ese sistema, pueda por lo menos ser financiado. En muy poco tiempo habremos consumido esos cien mil millones de euros que parece que quizás algún día recibiremos en unas condiciones que todavía no sabemos, y seguiremos teniendo un Estado excesivamente endeudado, un nivel de paro superior al actual y un Sistema Financiero que habrá sumado a sus activos tóxicos inmobiliarios una enorme cartera de Deuda casi igualmente tóxica. Y eso sucederá antes de lo que pensamos, sólo en Octubre vencen unos veinticinco mil millones de Deuda que hay que renegociar ¿Quién los tomará y a qué precio? ¿Los drenaremos del crédito a las empresas?

 

Y ese es nuestro retrato fiel y correcto y por eso huyen los inversores de nosotros. Los Mercados suelen ser infalibles y lo que parece exageración en sus vaivenes no es sino cotización real del momento futuro, los Mercados se anticipan a la realidad. Basta de victimismo, los Mercados no nos atacan, nos retratan, no se equivocan los Mercados, nos estamos equivocando nosotros, en el diagnóstico de nuestra enfermedad y en las soluciones para curarla.

 

Porque cada vez está más claro que la enfermedad española es la hipertrofia político-administrativa. El Estado de las Autonomías de nuestra Constitución ha crecido desmesuradamente, a modo de un brutal ejemplo de la teoría de la pirámide invertida de Parkinson y no hay forma de pagarlo ni se ve voluntad política alguna de pararlo y ése es nuestro cáncer. No tenemos exceso de funcionarios, tenemos exceso de falsos funcionarios. Es decir, los españoles, y sin duda más los Mercados, hubieran preferido que el Sr. Montoro, cuando dijo que si no se aumentaba la recaudación peligraba el sueldo de los funcionarios, hubiera dicho que peligraba el sueldo de los Diputados que le escuchaban. Ese cambio en orden de prioridades de austeridad hubiera sido una óptima dosis de credibilidad, que buena falta nos hace, que, de una tacada, habría bajado la prima de riesgo y pacificado la calle. Y lo malo no es que no lo haya dicho el Ministro, lo peor es que a nadie de la Cámara se le haya ocurrido siquiera. No se sabe si tenemos padres de la Patria o madrastras de Cenicienta.

 

Decían Tip y Coll en una de sus geniales parodias, que la crisis del Teatro era consecuencia de que las entradas valían cien pesetas y se necesitaban muchos espectadores para cubrir gastos, en cambio si se pusiera el precio de cada entrada a cien millones de pesetas bastaría con que fuera una vez un solo espectador para rentabilizar la producción, Y eso parece que opina el Gobierno, vamos a subir los impuestos de forma que, cuando quede un solo español en activo, pueda él solito sufragar los costes de la Administración. ¿No sería mejor empezar por reducir gastos? Un ejemplo: se anuncia una reducción del 20% en el número de concejales, pero, claro, eso no será hasta dentro de tres años, hubiera sido mejor bajar desde ya la masa salarial a percibir por los concejales en ese 20% ¿no?

 

El mes pasado, y puedo dar los nombres si alguien lo duda, el alcalde de una población de dos mil habitantes, exactamente 1.951 según el último censo, que antes de ser alcalde era viajante de comercio, tenía que asistir a una reunión en otro pueblo de la provincia, a unos treinta kilómetros, resultó que estaba estropeado su coche oficial (dos mil habitantes: coche oficial y chofer) y hubo que mandarle otro, con chofer incluido, de la Diputación, desde la capital, otros treinta Km, para llevarle a dicha reunión, devolverle al pueblo y volver a la capital. El hasta hace nada representante de comercio ya no puede conducir sin chofer ni utilizar su propio vehículo.

 

Esos son ejemplos de que en España se está abriendo cada vez más una brecha insalvable entre la casta política y los ciudadanos y, si queremos que éstos acepten los sacrificios que se les están imponiendo, es cada vez más urgente que se acometa la reducción del equipamiento político administrativo y la parafernalia que le acompaña y, sobre todo que se de publicidad a esa reducción, que se cuente, que el ciudadano vea que los políticos no son seres de otra galaxia que deben quedar indemnes ante los recortes y que antes que disminuir un juez, un inspector de Hacienda, un médico, un maestro o un policía se reduzcan cinco cargos políticos y sus coches oficiales. Defender eso no es demagogia, es higiene. Porque nos jugamos mucho, nosotros y Europa.

 

En efecto, la única fortaleza de nuestra posición es que nuestro problema es tan grande que afectaría al propio futuro del euro y podía ser un torpedo en la línea de flotación de todo el Sistema Financiero mundial, porque, si suspendiera pagos un país como nosotros, que emite Deuda en moneda teóricamente fuerte y que es la cuarta Economía de la Eurozona, el contagio sería inimaginable. Todo el tinglado del mercado de la Deuda Pública en el mundo se sujeta, a modo de bosón de Higgs, gracias a un invisible cemento, la confianza, que lo mantiene cohesionado y semejante al diamante, reluciente, duro y, sin embargo muy frágil, su fractura acabaría con el euro y está por ver si Estados Unidos sería capaz de resistir los ataques que se producirían contra su propia Deuda, superior a su PIB, sin verse obligado a emitir masivamente billetes con la inflación consiguiente.

 

En el invierno de 1918 se produjo una de las mayores pandemias de la historia, la gripe española que causó en todo el mundo más de cien millones de muertes, es decir, cuatro veces más que la famosa peste negra del siglo XIV, ocho veces más que todos los caídos de la Gran Guerra y el doble que los de la Segunda Guerra Mundial. Se nos endosó el nombre porque Europa estaba en guerra y en los países beligerantes no se dieron demasiadas noticias de la gravedad de la epidemia para no aumentar la moral del enemigo, que por otra parte estaba padeciendo lo mismo, y sin embargo en España, país neutral, se informó y alertó a la población sin censura alguna. Así se nos endosó el sambenito de que habíamos sido el origen de la enfermedad, que en realidad nació en Francia, y de que, debido a nuestro secular atraso, no sólo no habíamos sabido controlarla sino que la habíamos exportado robustecida. La Leyenda Negra siempre encuentra ocasión de perpetuarse.

 

Pues bien, ahora sí que van a tener razón puesto que si no somos capaces de solucionar nuestros problemas de Deuda, el caos que vamos a provocar en todo el sistema Financiero Mundial será mucho peor que cualquier epidemia.

 

A todos nos preocupa más que la casa de un vecino explote a que se derrumbe. Siempre lo sentiremos por él, pero si explota seguro que la onda expansiva causa daños en nuestra propiedad, mientras que si se derrumba sólo nos deja polvo. Y, como la filantropía no suele ser la norma básica en las relaciones internacionales y mucho menos en las intereuropeas, bien haría nuestro Gobierno en dirigir nuestra Política Económica de forma que, si sus medidas no tuvieran éxito, España explotara, no se derrumbara, porque seguro que nuestros queridos socios temen la explosión más que nosotros. Todos los emisores de Deuda en los volúmenes en que nos estamos moviendo, prácticamente iguales o mayores que los respectivos PIB, son almacenes de dinamita, y si uno explota los demás le siguen por simpatía (curiosa acepción de esa palabra)

 

Pero ni eso lo estamos haciendo bien y, con nuestra torpeza, llevamos camino de quedarnos solos. Vimos que cada vez que el Tesoro "ayuda"  a que los bancos españoles suscriban las emisiones de Deuda está reduciendo aún más el crédito y por tanto generando más paro que ocasionará mayor Déficit, pero lo peor no es eso, lo más grave es que con eso se está quitando el problema a los inversores extranjeros que sí cobran lo que suscribieron en el pasado y, con ello, los problemas españoles, que de no resolverse podrían haber originado la explosión de una supernova que acabase con todo el Sistema Financiero en el mundo, se convierten en la creación de un agujero negro, sumidero en el que podemos caer todos nosotros sin afectar grandemente a nuestros vecinos. Si "favorecer" que nuestros Bancos compren nuestra Deuda, es todo lo que se le ocurre a nuestro Gobierno o, ellos saben más, lo único que se puede hacer, sería mejor amenazar con suspender pagos, montar el corralito, y empezar de nuevo y estar dispuestos a hacerlo si el farol nos sale mal. Pero ya, el sábado que viene, cuando todavía somos posible supernova y no un trágico agujero negro.

Joaquín Osuna Costa

Agente de Cambio y Bolsa

Notario

Julio 2012

 

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