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NI TAN BUENOS UNOS NI TAN MALOS LOS OTROS

(FUERA COMPLEJOS)

Joaquin Osuna Costa, Notario de Leganés (Madrid)

 

Comparecencias

Había una vez dos niños, Pepito y Luisito, que tenían muchos cromos de muchas colecciones distintas, y otro mayorote que tenía muchos más y que era muy tacaño.

 

Un día Pepito le vendió un cromo a Luisito por cinco euros, y un poco más tarde otro por cuatro, y, enseguida, otro por tres. El mayorote se enfadó porque se le depreciaba su colección y fue corriendo a comprarle los tres cromos a Luisito por seis euros.

 

Al día siguiente hicieron lo mismo, pero vendiendo los cromos Luisito a Pepito, y se repitió también el proceso comprando a última hora los cromos el mayorote.

 

Así, cada día Pepito y Luisito ganaban dinero y el mayorote se quedaba con cara de tonto, con cromos que no quería y comprados carísimos.

 

Cambiemos los personajes, sean Pepito y Luisito dos grandes especuladores en Deuda y el mayorote el Banco Central Europeo y tendremos una idea bastante clara de cómo se está comportando el Mercado en los momentos actuales y de lo absurdo que es que la intervención del Banco Central Europeo se produzca todos los días a última hora, con timidez y con miedo. El Banco Central Europeo actúa en los mercados como un absoluto pardillo.

 

Hoy los mercados, tanto el primario como, sobre todo, el secundario de Deuda soberana en la zona euro, son técnicamente un oligopolio bilateral, unos pocos países rivalizan entre sí para colocar Deuda soberana nominada en una misma moneda a otros escasos pero poderosos especuladores que, a continuación se enfrentan entre sí ofertando y demandando esos títulos emitidos por naciones diferentes, buscando beneficio en la especulación y en el arbitraje entre los títulos procedentes de distintos emisores. El oligopolio bilateral en Teoría Económica no tiene un punto de equilibrio que fije un precio, es un modelo en el que la intersección de oferta y demanda no se cruza en un punto determinado sino que establece una línea recta, mayor o menor, entre los puntos máximo y mínimo, oscilando el precio entre ambos extremos y siendo equilibrio inestable cualquiera de los puntos de esa recta (¿conoce alguien una mejor definición de volatilidad?). Así la intervención del BCE es difícil, actuando para tratar de controlar precios intrínsecamente volátiles y, para darle más emoción, con arbitraje entre diferentes Deudas, lo que le hace jugar a hombre orquesta: compra Deuda española y se le dispara la italiana, acude ahí y sale respondona la portuguesa, ¿qué diferenciales debe mantener entre todas ellas? en resumen: de locos. Y, como además ha de hacerlo medio de tapadillo y casi vergonzantemente, de hecho tiene casi prohibido hacerlo, consigue con su actuación asegurar los beneficios de los especuladores más que garantizar la estabilidad en los precios.

 

El Banco Central Europeo no actúa así porque sea tonto, sino porque está mal inventado. En efecto, el camino de construcción del euro se inició con el ECU (¡cómo pasa el tiempo! ya ni nos acordamos), una unidad de cuenta, que no moneda, compuesta por una cesta de las principales divisas europeas, cuyos cambios recíprocos eran fluctuantes, es decir, lo más parecido a una jaula de grillos que en Economía se ha inventado y que, sin embargo, funcionó relativamente bien, tanto que se quiso mejorar el invento creando el euro para poder competir en igualdad de condiciones con el dólar. Así el euro no iba a ser un ECU cambiado de nombre sino un dólar cambiado de continente.

 

Pero no cayeron en una cosa: eso de tener moneda única y políticas fiscales distintas no se había intentado nunca y a lo peor acababa mal. La única solución para evitarlo pasaba por cesión de soberanía y eso no suele gustar a los políticos, por lo que se prefirió aplazarla ad calendas grecas.

 

Pero hay algo más: además de tener una política fiscal homogénea, toda moneda fuerte necesita tener detrás, a modo de primo de Zumosol, un Banco Central serio, poderoso y, sobre todo, independiente, es decir, algo parecido a la Reserva Federal, capaz de actuar en el mercado abierto de forma contundente, sin complejos y también decidido, si lo cree necesario y sin consultarlo con nadie, a modificar los tipos de interés y a alterar la paridad de su moneda, doblando así el espinazo a cualquier especulador que ose enfrentársele, y eso, el euro, no lo tiene. El Banco Central Europeo reúne en su seno la misma jaula de grillos que convivía en el ECU y tiene serias dificultades para adoptar medidas de política monetaria diferentes en momentos distintos, porque, sencillamente, no es su misión, desgraciadamente no se creó para eso sino para controlar la inflación y defender la paridad del euro, aunque la salud de éste supusiera la enfermedad de los europeos, es como conducir un coche muy pesado, sin dirección asistida y que no tiene marcha atrás lo que dificulta sobremanera su maniobrabilidad. Puestos a ser originales los europeos no sólo hemos inventado eso de tener una moneda común con políticas fiscales diferentes, sino que hemos adoptado una política monetaria tan absolutamente rígida que tampoco sirve como instrumento de política económica.

 

¿Por qué? Sencillamente porque el euro hoy no es un dólar cambiado de continente, es un deutschemark ampliado de espacio y, por tanto, el BCE no es la FED, es un Bundesbank muy crecido. Aquí manda la política monetaria alemana, que quizás no sea buena más que para Alemania y siempre que tenga a su lado la política fiscal alemana, pero no olvidemos que ambas son radicalmente distintas de las de EEUU, Japón o China y no digamos nada de las que históricamente han llevado los distintos socios europeos. Es decir, Alemania ha adoptado desde la postguerra, en realidad desde el final de la República de Weimar y el Nazismo, una vía fiscal y monetaria que la ha llevado a la prosperidad, pero ni es la única vía ni Alemania es el único país próspero del mundo ¿o no?

 

Fuera complejos, a lo mejor la que sobra en el euro es Alemania si es incapaz de adecuar siquiera sea mínimamente sus peculiaridades a las necesidades de los demás. Es insostenible una situación como la actual en la que el diferencial de tipos de interés reales sea tan abismal en países con la misma moneda, es inviable una unión monetaria en la que coexistan tantos tipos de interés diferentes para las diferentes deudas soberanas y en las que, en unos países fluya el crédito y en otros no, eso sólo conduce a una espiral viciosa en la que cada vez se acentuarán más las diferencias ente estados pobres y ricos. Está de moda una frase, "fuera del euro hace mucho frío", pero no sé quien se constiparía más, España con una peseta equivalente a medio céntimo de dólar, tipos al 10%, inflación al mismo nivel, boom de exportaciones a lo chino, es decir por precio que no por calidad, y los pisos de la costa vendidos a extranjeros a la mitad del precio actual (en divisas), lo que por otra parte ha sido nuestro habitual modelo de crecimiento, o Alemania con un marco igual a un dólar, sin inflación, con tipos al 1%, pero sin poder exportar a ningún país solvente su exceso de capacidad industrial.

 

Hasta ahora Alemania "ha jugado en casa", con sus reglas, y, gracias a sus virtudes y por culpa de nuestros defectos y/o incapacidades congénitas para aceptarlas, está ganando el partido por goleada. Alemania vive en el mejor de los mundos, sus tipos de interés están en mínimos históricos, el crédito para empresas y particulares fluye, los capitales extranjeros invierten en sus empresas y en su Deuda soberana, y esa bonanza no provoca revaluaciones de su moneda que puedan complicar la vida a sus exportaciones.

 

Pero todo eso es momentáneo. Si, como hasta ahora, no se dota a la zona euro de autoridad monetaria común, fuerte y sin complejos, que actúe como la FED en defensa de la actividad económica por encima de la salud de su moneda, será imposible que muchos países, algunos tan importantes como Italia o España, puedan alcanzar soluciones a sus problemas de endeudamiento por mucha prisa que se den en la adopción de políticas fiscales restrictivas, ya que el incremento del coste del servicio de su Deuda será mayor que la reducción del déficit necesario para amortizarla, lo que les obligará a adoptar un esquema de Ponzi y eso siempre acaba en quiebra, inevitablemente y no muy tarde, de seguir así antes del 2014. Y si se produce esa quiebra masiva arrastrará indefectiblemente a los países "buenos" de la zona euro ¿es lo que queremos?

 

Ciertamente no, pero, si no nos damos prisa en cambiar, es la meta a la que lleva el camino por el que vamos. Para cambiar el rumbo es preciso reinventar el BCE, darle poder, libertad y autonomía para controlar la política monetaria europea, y que lo haga. Eso es fácil, basta una reunión para cambiar sus estatutos en una tarde, pero, para que sea eficaz, hay que unificar toda la Deuda soberana, de forma que en 2012 no haya más Deuda que la representada por Eurobonos, para que ese mayorote reinventado no sólo pueda comprar si quiere los cromos de Pepito y Luisito desde primera hora de la mañana, sino que se le facilite el trabajo comprando cromos de una sola colección, es decir, se olvide de primas de riesgo entre países europeos y sólo vigile el diferencial con el bono americano. Tenemos el ejemplo de la Deuda británica, el Reino Unido tiene más endeudamiento que España, está en los niveles de Italia, y sin embargo su prima de riesgo con el bono alemán es ínfima, oscila sobre los 20 puntos ¿Casualidad? No, Teoría Económica: el hecho de que haya un solo emisor, el Tesoro británico, y un único controlador, el Banco de Inglaterra, que no tiene que consultar a nadie para intervenir en mercado abierto y que, como ya ha demostrado en el pasado, prefiere devaluar su moneda antes que defenderla numantinamente ante ataques especulativos, hace que el mercado de su Deuda soberana ya no sea un oligopolio bilateral sino un monopolio de oferta que, como tal, no es volátil, cosa que no gusta nada a los especuladores, y en el que, como en todo monopolio, manda el monopolista.

 

Si se emiten eurobonos, luego vendrá la armonización fiscal, y vendrá a toda velocidad, si no lo hacemos, si siguiéramos renunciando a la soberanía monetaria sin armonizar la política fiscal, los eurobonos tampoco servirían de nada, seguiríamos usando un invento que se parecería demasiado a los intentos argentinos de equiparación del peso con el dólar sin que su política fiscal se pareciera ni de lejos a la estadounidense, y que acabaría de la misma forma: con corralito financiero a la europea.

 

Si no armonizamos políticas fiscales urgentemente, mejor en 2012 que en 2013 y desde luego antes de 2014, los países ricos verán que las ventajas de los eurobonos desaparecerán engullidas por déficits desbocados que provocarán cataclismos en los pobres a los que no nos dejarán emitir. Se equivocan Merkel y Sarkozy cuando dicen que primero hay que armonizar políticas fiscales y luego emitir eurobonos, eso no es así, de la misma forma que no se consideró necesaria esa armonización para emitir moneda, que era más importante. Pero es evidente que, con Autoridad Monetaria, Moneda y Deuda soberana únicas habrá que espabilarse para aprobar la unidad fiscal europea a toda velocidad, pero, si los pobres sabemos negociar, la unidad se conseguirá por la vía de la armonización, no por el puro sometimiento a una política económica, monetaria y fiscal que, si bien ha tenido éxito en un país, no es ni la mejor para todos ni desde luego la única.

 

Ciertamente, con eurobonos, el tipo de interés de nuestra Deuda pasaría del 6,5% a menos del 3%, y la alemana subiría a ese mismo nivel desde su actual 1,8%, es lógico que no les guste, pero hay que convencer a los líderes europeos que, como en el refrán, "esto son lentejas…", y si en 2012 no hay eurobonos a lo mejor no habrá tampoco euro.

 

¿Nos echamos un farol y decimos los pobres que nos vamos del euro? A que Alemania no se atreve a decir lo mismo, el final de euro le supondría la pérdida de más de ciento cincuenta millones de consumidores, que, además, son los más cercanos, fieles y solventes. Vale la pena echar un órdago ahora, además jugamos con una inmensa ventaja, los alemanes no tienen ni idea de jugar al mus.

 

 

Joaquín Osuna Costa

Leganés, Noviembre 2012

 

 

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