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MÁS FÁCIL DE LO QUE PARECE
(A GRANDES MALES…)

Joaquin Osuna Costa, Notario de Leganés (Madrid)

 


    Se acusa a los economistas, con razón, de que sólo sirven para explicar la situación de un momento y cómo se ha llegado a ella, pero son incapaces de prever el futuro y tampoco ofrecen solución alguna a los problemas cuando se plantean.

    Tampoco es de extrañar, la Economía es una ciencia joven, que puede compararse al Derecho anterior a Roma, es decir una fase en la que todavía prima la observación de la realidad, a veces de sorpresa en sorpresa, sobre la regulación de la misma.

    Una de las cosas que sí sabemos seguro es que hay ciclos, secular, de 40 años, de 15 y de cinco, con nombres rarísimos como Kondratieff y Kit-chin, en honor de los economistas que, a base de ver y construir estadísticas históricas, los descubrieron (ya hay que estar aburrido para dedicarse a eso), que se cumplen casi como un reloj y que, cuando coinciden todos a la baja, como en 1929 y en 2009, originan una crisis de magnitudes extraordinarias, lo que nos enseña, entre otras cosas, que la historia se repite y que por tanto TODAS LAS CRISIS TIENEN SOLUCIÓN. La del 29 se solucionó con la segunda guerra mundial, ésta ha de tener una solución más cómoda porque se ha hecho todo lo posible para que la crisis real no se vea agravada, como entonces, por una crisis monetaria. Entonces se optó por lo que se conside-raba ortodoxia: no renovar deudas, no conceder nuevos préstamos y así pro-vocó el crack generalizado de todo el sistema financiero.

Ahora no. Se vio claro, en Estados Unidos desde el principio y en Eu-ropa un poco más tarde, que quien no paga no es un estafador, simplemente no puede atender sus compromisos y, si su acreedor trata de ejecutar la deu-da, no lo conseguirá y quebrará, da igual que sea un particular hipotecado que está en paro, que un país que ha emitido demasiada Deuda Pública para su nivel de PIB, que se creía iba a ser creciente y no lo ha sido.

    En esa situación lo fácil para los economistas es lamentarse, decir cuántas cosas se han hecho mal, avisar ahora que lo del euro igual fue un poco precipitado sin armonizar políticas fiscales, que en España hay exceso de ladrillo, que Grecia es un desastre fiscal, que Italia tiene demasiada Deuda Pública, y que Alemania es muy buena, lista y trabajadora pero está vampirizada por los vagos del Sur. Eso vende, está de moda, incluso lo dicen responsables de grandes instituciones económicas mundiales como el FMI, pero, primero, no es verdad, o por lo menos no es toda la verdad, segundo, nadie lo dijo hace diez años y, tercero y más importante, los lamentos no solucionan nada y agravan la crisis.

    ¡Qué pronto hemos olvidado que el euro fue la causa de la euforia económica pasada! El euro, y el bajo nivel de tipos de interés que le acom-pañó ha sido el motor del crecimiento del Sur y del Norte ¿Cuántos coches alemanes compró España en euros y cuántos hubiera comprado en pesetas? ¿Habría multinacionales españolas? Porque la gran expansión de nuestros bancos, de Inditex, de Telefónica, de Repsol, etc. ha coincidido en el tiempo con la implantación del euro, ¿casualidad? ¿En cuánto podríamos cuantificar el hecho de que la moneda propia haya sido el vehículo de exportaciones e importaciones, sin tener que pasar a la fuerza por cambiar nuestra moneda en otra?
No caigamos en lo que criticamos: vamos a aportar soluciones. Y, para ello, de lo primero que debemos estar convencidos, es de que, hasta ahora, lo hecho está bien hecho, posiblemente porque sí lo esté y, sobre todo porque no tiene remedio, agua pasada no mueve molino.


DEFINICIÓN DE LA CRISIS

    Decir que la crisis actual es financiera es falso. TODAS LAS CRISIS ECONÓMICAS SON CRISIS DE ECONOMÍA REAL, el sistema finan-ciero es sólo el crisol en el que se funden todas las transacciones reales, por-que es el vehículo por el que circula la única mercancía fungible y capaz de homogeneizar todas las transacciones: el dinero. Si no hay combustible se para la máquina, pero eso no es una avería, es un descuido, sin embargo si se rompe la máquina no se la puede hacer funcionar sólo con gasolina. Ni la crisis del 29 fue bursátil ni esta es financiera, el hundimiento de la Bolsa entonces y los problemas del Sistema Financiero ahora han sido el primer síntoma de la enfermedad, el grano que anunciaba la infección.

    La máquina económica actual no está falta de gasolina, está sobrada, pero tiene el motor seriamente averiado, a base de llenarle el depósito hemos conseguido que llegue hasta aquí, pero ahora (crisis en W) toca mirarle las válvulas, y, además, de tanto añadirle combustible indiscriminadamente lo henos ahogado.

    Por tanto, lo primero es limpiar, y luego reparar tanto las averías deri-vadas de la suciedad como las puramente mecánicas. Porque de las dos hay.

    En efecto, las economías más débiles de la zona euro se han visto obligadas, desde el nacimiento de esa moneda, a seguir el paso de las más fuertes, el euro ha sido un ronzal que ha tirado de los pobres obligándoles a seguir el paso que marcaban los ricos y esos pobres, para poder seguir ese nivel, se han endeudado, deuda que han comprado muchas veces los ricos y que ha generado los fondos suficientes para que esos mismos pobres, deudo-res de los ricos, pudieran pagar los bienes que los ricos fabricaban. Traducido al castellano: España emite deuda, pública y privada, que en gran parte suscriben los alemanes y cuyo importe nos gastamos en Mercedes, es un "Plan Merkel", ha funcionado como un Marshall, pero aquí el acree-dor/vendedor, al final, se ha enfadado con los deudores/compradores.

    Francamente no se entiende el enfado de los ricos, se ve que los países funcionan de forma diferente (y peor) que las empresas. Una empresa mima a su cliente habitual y, si éste tiene dificultades, procura ayudarle, con apla-zamientos o con rebajas, para que siga siendo cliente, es consciente de que cliente muerto supone venta imposible, el único sistema de poder cobrar una venta ya efectuada es mantener vivo al cliente, de las ventas futuras ya se hablará, pedirá más garantías al vender, pero respecto a las pasadas más vale cobrar tarde que nunca.

    El ejemplo más claro lo tenemos en la Banca, el sector que, por defi-nición, más padece en toda crisis financiera. Los Bancos se han dado cuenta, muy pronto además, de que, en la situación actual, más vale refinanciar que ejecutar, porque una refinanciación algún flujo positivo genera, pero una ejecución no genera ninguno, inmoviliza fondos y cuesta dinero. Los fondos que refinancian ladrillo, mal que bien, generan intereses, lo invertido forzo-samente en ladrillo sólo genera más gastos (gastos de comunidad, impuestos, arbitrios municipales, mantenimiento, etc.). Volveremos más tarde sobre el tema.

    Los países no parecen seguir la misma idea, si Grecia no paga su deuda, se la machaca, pero así no la pagará nunca y, además, desaparecerá como cliente de nuestros bienes ¿eso queremos? Estamos olvidando que en el Titanic se ahogaron tanto los de tercera clase como los de primera.

    Llegados a este punto quizás sea necesario analizar la situación par-tiendo de la consideración de que algo tiene que ver en el problema la hete-rogeneidad de los socios embarcados en la aventura del euro.


¿POR QUÉ VEMOS LAS COSAS DIFERENTES UNOS Y OTROS?

    Alemania vivió en los años 20 una catástrofe económica de magni-tudes históricas: la hiperinflación. Un billete de autobús podía valer cinco millones de marcos por la mañana y cincuenta millones por la tarde. Hubo restaurantes que facturaban la cena atendiendo al tiempo que había durado, porque los precios cambiaban muy significativamente a lo largo de la misma noche, se llegaron a emitir billetes de cien billones (billón latino, no anglo-sajón, es decir un millón de millones) de marcos , la cantidad de dinero en circulación aumentó más de siete mil millones de veces, y los precios se multiplicaron por más de diez mil millones en 16 meses antes de noviembre de 1923.

    Bien, esa tragedia fue tan terrible, que el deseo de que nunca más se repitiera se encarnó en el ADN de todo alemán . Desde entonces la solidez de la moneda ha sido el principal objetivo de la política fiscal en Alemania y no es previsible que cambie en los próximos diez millones de años, mucho antes conducirán los ingleses por la derecha.

    En el resto de Europa, incluyendo Francia hasta hace menos de diez años , no se respetaba tanto el valor de la moneda. Como nunca se vivió aquéllo, no había miedo a que pasara, la moneda era muy a menudo un obs-táculo para las exportaciones, y la devaluación fue un mecanismo de política económica frecuentemente utilizado incluso en los orígenes del Mercado Común de seis países. En el pecado llevábamos la penitencia, la confianza en la Deuda Pública de un país con aficiones devaluatorias, Italia, España, era menor que la de los países serios y su prima de riesgo era muy elevada, tanto que su Deuda Pública se colocaba prácticamente en su totalidad dentro de casa y de forma cuasi coactiva, estableciendo coeficientes de inversión obligatoria.

    Para acceder al préstamo exterior, tanto el Estado como las empresas se endeudaban en moneda extranjera y más de una compañía importante, pienso en varias eléctricas, estuvo a punto de irse al garete como consecuen-cia de ello.

    Con esa cultura empresarial y fiscal resultó todo un reto adecuarse al euro, para conseguir entrar se cumplieron los objetivos de equilibrio presu-puestario que eran obligatorios pero, como luego no había controles muy severos , se empezó a incurrir en déficits presupuestarios, financiados con Deuda Pública. Como además “todos éramos lo mismo” resultó que descu-brimos que la Deuda de los pobres se colocaba en el mercado internacional con comodidad, las primas de riesgo eran insignificantes y, por último, cuando algún broker se pasó de listo y encontró la piedra filosofal compran-do precisamente Deuda de los países con mayor prima de riesgo, esa lige-ramente mayor rentabilidad le sirvió a ese broker para ponerse mil medallas, parecía que la diferencia de precios era consecuencia de una ineficiencia del mercado, que debía haber valorado igual a los que “éramos lo mismo”.

    Pero no, no lo éramos, y la crisis de finales de 2007 nos lo demostró, la Economía mundial, que vivía el proceso expansivo más largo desde que existen estadísticas, se recalentó, subieron mínimamente los tipos de interés y aquello fue Troya.

    Se salvaron los muebles inundando de dinero los mercados, con los tipos de interés del dólar y el euro en cero o cerca, se llegó a decir que la mejor política monetaria era soltar millones de billetes desde un helicóptero a lo largo y lo ancho de todo el mundo.

    ¿Cómo estaríamos ahora si en los años pasados desde el inicio de la crisis en 2007 no se hubiera llevado a cabo una expansión monetaria y fiscal como la actual? Desde luego no hablaríamos de una crisis en W, estaríamos en una línea recta continua y descendente, como la que se vivió entre 1929 y 1939, que condujo a lo que condujo: totalitarismos, racismo y la mayor gue-rra que han conocido los tiempos. Claro que aún hay economistas que creen, pocos ya, afortunadamente, que la crisis del 29 la resolvió el New Deal.

    Así la crisis de economía real (desde 2007), se medio resolvió con el sistema del helicóptero de Bernanke hasta el punto de que los principales países empezaron a alcanzar cotas de crecimiento significativas y volvieron a crear empleo, en 2010 ya se decía que Alemania y Francia estaban saliendo de la crisis, las locomotoras estaban en marcha y tirarían de nosotros.

    Pero ese tirón no acaba de consolidarse, el déficit fiscal había alcan-zado tales cotas en algunos países que se temió que no pudieran atender debidamente el servicio de su Deuda, en consecuencia los diferenciales de rentabilidad respecto de la de los países más prósperos se incrementaron doblemente, bajó la rentabilidad de los bonos de los países cuya economía empezaba a crecer, fundamentalmente la del alemán, y subió la del resto, con aparente indiferencia por parte del Banco Central europeo, que no quiso actuar en el mercado abierto.

    Los problemas nacidos del crecimiento de esas disparidades se trata-ron de resolver con criterios ortodoxos, olvidando que fueron los que hun-dieron el mundo en 1929. Tras el paso del helicóptero de Bernanke, ahora, estamos cerrando el grifo crediticio a nuestros clientes y, así, ni nos devol-verán lo prestado ni nos comprarán nuestros productos. El agravamiento de la crisis en 2011 no es que coincida con la crisis de la Deuda, es que es con-secuencia de la mala solución a la misma. Mientras más acogotemos a los países pobres de Europa menos crecerán las economías de los ricos. Es así de fácil.

    Los bancos privados, como veíamos antes, sí lo han entendido, refi-nancian a sus clientes todo lo que pueden, hagamos lo mismo en el sector exterior, que no es tan difícil y, a lo mejor solucionamos varias cosas a la vez porque la Macroeconomía no es sino la suma de muchísimas microeconomías y puede y no parece mala idea, por tanto, aplicar a la solución de los problemas macro la que se ha visto funciona bien en los problemas micro.


POSIBLE SOLUCIÓN

    Recuerdo un chiste del genial Mingote en el que dos policías muni-cipales se enfrentaban a un atasco de tráfico tan descomunal que uno de ellos decía al otro "¿Qué te parece si lo tapamos con asfalto y empezamos otra vez?". Es una pena que no se pueda hacer borrón y cuanta nueva de toda la Deuda, habrá que buscar otras soluciones.

    La situación es tan grave que recuerda a un incendio, y habrá que se-guir las pautas con las que se combate el fuego: Primero apagarlo y luego reconstruir lo incendiado utilizando materiales ignífugos para que no vuelva a pasar, pero claro, eso no puede hacerse ni a la vez ni deprisa.

    Lo primero pues, es llamar a los bomberos, habría que hacer que las actuaciones en mercado abierto del BCE se convirtieran en habituales o por lo menos se tuviera la sensación en los mercados de que iba a ser así, con eso bastaría.

    Y después de cada intervención, una vez comprados los bonos, haría bien el Banco Central Europeo en renegociar la deuda adquirida con el país emisor, siempre que éste estuviera de acuerdo, negociación que podría (¿de-bería?) incluir la consolidación a deuda perpetua, eso supondría para la Deuda Pública europea el establecimiento de facto de una política seria de moratoria, aplicando el BCE a sus "clientes" el tratamiento que los bancos privados están dando a sus morosos. Permitiría la refinanciación, país por país y partida por partida, de toda la Deuda Pública emitida.

    Ello supone naturalmente el cambio de estatutos del propio Banco Central Europeo, que pasaría a ser el Banco de los Estados, y al que habría que dotar de autonomía y poderes suficientes. Eso sería mucho más eficaz que mil reuniones para conceder un préstamo obligando al país prestatario a la adopción de una serie de medidas deprisa y corriendo, procedimiento que se ha visto que es largo, inseguro y no lleva a nada. ¿Alguien imaginaría que cuando un cuartel de bomberos recibiese una llamada se convocara una reunión de todos los bomberos, incluso los que están en casa, total no hay prisa, para decidir cuánta agua echaban al camión? Pues eso es lo que está pasando con la Deuda de los países en dificultades, además aquí cada bom-bero llama desde su casa a los periodistas para decirles cuál es su opinión sobre los litros de agua, el número de coches y, sobre todo, sobre quien de-berá pagar la gasolina de los camiones en el viaje, y sólo entonces se pone el casco y se va al cuartel, y desde allí llaman al propietario de la casa en llamas y le dicen que a partir de ahora prohibido fumar y éste entonces llama a sus periodistas diciendo que sí, que nunca más encenderá cerillas en casa. Claro, al principio del incendio el bono griego estaba en el 7%, y ahora ronda el 17%. La verdad es que los dirigentes comunitarios son unos maravillosos pirómanos.

    Este sistema simple y llanamente supone decirle al país en dificulta-des, y a los mercados que estarán escuchando: Toda tu Deuda, TODA, pue-de transformarse a partir de ahora en Deuda a 30 años, con amortización a partir del sexto, o, incluso, en Deuda perpetua a tal tipo de interés, con dife-rentes tipos de conversión para cada uno de los tipos de Deuda ya emitida. Ni los tipos de interés ni los de conversión han de ser punitivos para los ac-tuales tenedores de la Deuda pues se adquiere a precios de mercado. No es un chollo para el deudor, es un alivio. La Deuda griega generará al BCE más intereses que la italiana y las dos menos que la alemana. Ya sé que, a oídos alemanes, esto es el germen de una inmensa hiperinflación, pero no será tal. Cuando en un Mercado existe la seguridad de que hay un precio mínimo establecido, nadie tiene prisa por vender y nadie quiere vender a ese precio, sino siempre por encima y, quien quiere comprar, sabe que ha de hacerlo a un precio superior al de intervención.

    Con ello no haríamos sino tapar una ineficiencia de origen de los Mercados: los mercados financieros, en especial los de Deuda, son los únicos cuyos compradores no actúan movidos por la necesidad. Todos hemos tenido necesidad de comprar una camisa, una casa o un bolígrafo, pero ¿Quién necesita un bono? Sin embargo sí hemos tenido todos necesidad de dinero, sí hemos necesitado vender un bono si lo tenemos, por tanto hay que llevar al Mercado al único sujeto económico que sí tiene interés en que la evolución de los precios, cuando menos, pierda volatilidad. Hacer intervenir a un Banco Central en un mercado de Deuda es mejorarlo, aumentar su efi-ciencia, cubrir una carencia que no tienen los mercados de renta variable .

    Bien, hasta aquí el bombero, a partir de ahora toca reconstruir con materiales ignífugos: es inevitable y urgente la emisión de Eurobonos como ÚNICOS títulos representativos de la Deuda Pública de todos los países miembros de la zona euro, emisión que seguirá siendo necesaria si queremos alimentar el crédito de las familias y empresas, y hay que frenar en seco los déficits públicos de esos mismos estados, frenazo que ha de hacerse por la reducción del gasto público, porque, digan lo que digan los llamados pro-gresistas, subir impuestos en épocas de depresión económica sólo sirve para acentuar esa depresión. Como suele decir a menudo el presidente de un gran Banco "el dinero de las empresas donde mejor está es en el bolsillo de los accionistas".


CONCLUSIONES

    Convendría que los alemanes no olvidaran lo que dijo Keynes al ana-lizar las penalizaciones impuestas en el Tratado de Versalles:

    “Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación, Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros y todos nuestros recientes enemigos, alemanes, austríacos, húngaros y los demás son hijos del demonio; si deseamos que, año tras año, Alemania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material. (...).

    Si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental, entonces, ¡que el Cielo nos salve a todos! Si nosotros aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tarda-rá.”

    Es decir, aplicándolo a estos momentos, si lo que proponen los países ricos de Europa es que, por lo menos durante una generación, los países pobres no puedan adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creen que todos sus socios con problemas de Déficit presupuestario son hijos del de-monio, y se rechazan todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a esos países a recuperar una parte de su antigua prosperidad material, si los países ricos aspiran deliberadamente al empo-brecimiento de la Europa del Sur, la venganza no tardará.


    Porque esa venganza llega por el sistema del boomerang, no deben olvidar los países ricos que su prosperidad depende en gran medida de sus exportaciones y ésas dependen de la renta de sus clientes. Cuando un país crece más que sus vecinos, ve crecer sus importaciones, que sí dependen de su nivel de renta, y decrecer relativamente sus exportaciones. Los países ricos no crecen si no lo hacen también los pobres, no sirve de nada fabricar unas maravillosas maquinarias si no tenemos clientes capaces de pagarlas. La diferencia del plan Marshall sobre el Merkel es que el primero estaba basado en la financiación, muy generosa y a largo plazo, y funcionó porque los destinatarios de los préstamos pudieron devolverlos sin agobios con las rentas nacidas de las inversiones financiadas. No fue filantropía, fue pura Teoría Económica, si no hubiera existido el plan Marshall, no sólo Europa no hubiera salido de sus ruinas, sino que, además y aunque eso no se diga casi nunca, Estados Unidos hubiera entrado en recesión, con unos excedentes de producción que nadie hubiera podido comprar, sus cifras de paro hubieran superado los niveles de los años 30 y, a lo peor, en Corea hubiera nacido la tercera guerra mundial.

    En Europa ahora, los países con sistemas fiscales más equilibrados gozan de la ventaja de poder emitir Deuda Pública a un tipo de interés muy bajo, mientras que los países con desequilibrios fiscales padecen tipos mucho más altos, y todo eso emitiendo en una misma moneda, el euro, que se ha convertido en un yugo monetario. Los países ricos no se cansan de protestar de los problemas que los desequilibrios fiscales de los pobres ocasionan en el sistema del euro, pero no se oye una sola voz que recuerde que ese proceso también está permitiendo que esos países ricos obtengan financiación muy barata, sus bonos sean refugio de capitales, casi todo su comercio internacional se nomine en moneda propia, el euro, sin que todo ello les suponga una revaluación de su moneda que implique freno de exportaciones. Si no existiese el euro en estos momentos, es posible que un dólar valiese casi 200 pesetas, pero seguro que un marco valía más de cien. Es decir, ahora hay una serie de países de la zona euro que tienen su moneda excesivamente apreciada para sus datos fundamentales, y otros que la tienen excesivamente depreciada. La supuesta "vampirización" de los vagos del Sur hacia los trabajadores del Norte, permite que los del Norte hayan vendido a los del Sur y que sigan vendiendo a los países que no pertenecen a la zona euro a precios más baratos de los que tendrían si hubieran conservado sus monedas anteriores y, además nominando casi todo su comercio internacional en moneda propia y no en divisas.

    Así, salir del embrollo actual no parece tan difícil, dejará profundas cicatrices, pero nada más, no taparemos el atasco con asfalto, sólo algunas calles. Pero el proceso exige que los responsables sean imaginativos hasta la heterodoxia, iconoclastas de los ídolos del pasado y no tengan vergüenza en decir sus opiniones, como la mía en este escrito, que pueden estar equivoca-das, pero no son más disparatadas que muchas solemnes tonterías que como dogma repiten muchos políticos, por ejemplo la de que "el objetivo de la política económica es mantener el estado de bienestar y las conquistas so-ciales", cuando eso, primero, no lo quiere eliminar nadie, y, segundo, no es un objetivo, es una consecuencia de hacer bien las cosas, un valor residual de una economía sana, que indefectiblemente se perderá en una economía enferma.



Joaquín Osuna Costa
Leganés Septiembre de 2011

 

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