Quise volver a La Palma

Admin, 26/11/2022

QUISE VOLVER A LA PALMA

Mª Adoración Fernández Maldonado, Notario de Albacete

 

I.- EL PASADO

Año 2021, Domingo 19 de septiembre, 15:13 horas (horario insular). En el parque natural de Cumbre Vieja situado en la isla de La Palma, en Canarias, España, tuvo lugar una erupción volcánica del volcán Tajogaite.

La grandiosidad de las imágenes de una erupción volcánica, la potencia explosiva y el fuego vistos desde las pantallas y sillones de las casas de medio mundo.

La fuerza de la naturaleza y la debilidad del hombre ante su estallido. No fue una erupción efímera.

La lava comenzó a avanzar a marchas agigantadas desde la zona de Cabeza de Vaca, en El Paso, obligando a evacuar el mismo día a 5.000 personas de este municipio y de otros aledaños como Tazacorte y Los Llanos de Aridane. Esta cifra aumentaría exponencialmente durante las siguientes semanas, así como la de las casas y carreteras engullidas por la lava.

Tras 85 días y 8 horas de erupción volcánica, la erupción más larga que ha habido en la isla de La Palma desde que hay registros, el 25 de diciembre, Bendita Navidad, el Comité Científico del Plan PEVOLCA dio por finalizada la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma.

Las coladas de lava expulsadas por los cráteres ocuparon 1.219 hectáreas de suelo, sepultaron según los datos del satélite Copérnicus, 2.988 edificaciones que quedaron destruidas y 138 dañadas, 70 hectáreas de cultivo, la mayoría plataneras, pero también viñas y aguacates, y quedaron afectados 73,8 kilómetros de carreteras.

Un fallecido, achacable a la erupción directamente; alguno más sin duda, imputable al dolor.

Más de 9.000 movimientos sísmicos

 

II.- Y TODO CAMBIÓ

 Determinado el final de la erupción, el Parlamento español, unánimemente, aprobó una normativa para situaciones excepcionales que suponía un vuelco a la forma de actuar hasta entonces utilizada, canalizada a través de múltiples administraciones que parecían laberintos en los que cualquier propuesta de resolución se perdía sin remedio. Puede que las estrellas tan visibles del maravilloso cielo palmero tuvieran algo que ver en la afortunada coincidencia de que Europa hubiera concedido una enorme cantidad de fondos que iban a poder emplearse en los proyectos a desarrollar para la reconstrucción, porque todos ellos sin duda iban a mejorar las condiciones de vida de esos europeos tan especiales que residían en una isla a la que llamaban Bonita.

 La norma parlamentaria creó un mando único, plural y mixto, político, jurídico, económico, científico y urbanístico, con capacidad para solicitar consultas a expertos en cada materia que prestasen el más solvente asesoramiento.

El grupo de coordinación se vinculó a un sistema de información y debate públicos a través de una red telemática abierta a quienes se registrasen con su nombre para poder aportar ideas y debatir con responsabilidad, porque no se trataba de conseguir protagonismo sino intentar el milagroso bien común

Las propuestas, una vez debatidas en breves plazos y aceptadas, se comunicaban en la citada red para que los ciudadanos pudieran expresar sus opiniones, ya que el sentido común se consideró la mejor forma de censura y valoración de los proyectos. En muchas ocasiones las palabras de un hombre cualquiera podían hacían repensar algún aspecto no visto de un proyecto técnico estudiado.

Se consideró que las situaciones excepcionales exigen unas normas excepcionales: se puso en el centro de las decisiones la vida actual de los afectados y la vida futura de la isla.

Se decidió crear núcleos urbanos nuevos, cercanos a las zonas afectadas, en los terrenos más idóneos para ello desde un punto de vista técnico urbanístico, al margen de la calificación del suelo, que quedaría pendiente hasta la terminación de las actuaciones en función de los usos a que se destinase.

Se optó por hacer un urbanismo manteniendo las tipologías de forma de vida de la población, pero aprovechando para crear unos municipios o núcleos en los que la vida seria distinta, el pasado estaba sepultado, pero esta vez podía no ser una losa sino el cimiento de una vida mejor y la isla se fue llenando de orgullo e ilusión.

Se inició el levantamiento de tales espacios en los que las viviendas proyectadas eran cómodas, accesibles, económicamente soportables, con sistemas energéticos autosuficientes, infraestructuras sencillas y eficientes de telecomunicaciones, permitiendo el teletrabajo, bien comunicadas por carretera con los centros de referencia para enseñanza, administración o sanidad y con centros para el servicio de la comunidad, para reunión y debate sobre temas comunes o donde compartir momentos de ocio, fiesta, aprendizaje o enseñanza y, sin duda, todos pensaron en incluir espacios para el cuidado de hombres y mujeres a los que la fuerza física iba abandonando distintos a una triste residencia de retirada, lugares donde ser atendidos cerca de sus casas, familia y vecinos.

Los afectados podrían escoger entre las ayudas económicas en metálico con las que decidir el futuro propio o derechos que permitiesen acceso a la titularidad de viviendas en estas zonas en las que vivir un nuevo comienzo; estos nuevos principios eran tan inciertos para unos como para otros, quizás algunos necesitaban estar lejos de lo que perdieron, quizás otros preferían estar cerca del lugar en el que yacían sepultados los objetos que fueron tachonando sus vidas.

Se previeron planes de economía que posibilitasen que la isla avanzara notablemente en todo su territorio, no solo en el afectado: se fomentó un turismo distinto de dos tipos y para ello se dotaron planes de formación:

  • Turismo Rural asociado a plantaciones agrícolas, con construcciones en las que alojarse los visitantes pero con la obligación de sostener los cultivos de la finca autorizada para la explotación turística. Con la formación empresarial, los propietarios podrían compensar momentos de peores cosechas con la rentabilidad del turismo, mantenerse en su tierra sin abandonarla ,con un buen medio de vida.
  • Turismo de Conocimiento, con becas y estudios maestros en cuestiones especialmente orientadas a la ciencia, vulcanología y nuevos urbanismos y hasta formas de vida, con una Academia como la que un día tuvo Atenas, donde los estudiosos pudieran residir al tiempo que se buscaba el mejor conocimiento y se compartía en publicaciones que serían referencia mundial en sus temas, porque así se soñaba ahora en La Palma.

Y, un año después, había lista de espera de peticiones de expertos en agricultura, volcanes, turismo y… hasta de sociología y filosofía para ir a La Palma y bajo ese inigualable cielo estrellado contagiarse de ese espíritu de renacer de la Isla más bonita de la tierra.

Y esto podía haber sido, pero….. no fue

 

III.- LO QUE VÍ UN AÑO DESPUÉS

Los Notarios habíamos sentido la necesidad de cooperar con lo que sabemos hacer, intentar resolver la falta de escrituras y documentos de propiedad a través de esas actas en las que emitimos juicio de notoriedad de que las fincas, viviendas, plantaciones, terrenos sepultados por lava o ceniza pertenecían a las personas que nos requirieron para ello, actas que se han establecido como modelo a seguir en Europa para supuestos similares.

Un año después sentimos la necesidad de hacer otra cosa que nos es consustancial: escuchar y sentar en nuestras mesas a distintas partes buscando el encuentro.

En este caso, un año después, en el 2022, el Museo Benahoarita de Los Llanos de Aridane, fue el lugar que escogimos para convocar unas jornadas que quisimos que ayudasen a aportar “Ideas para el desarrollo sostenible de La Palma (La oportunidad después del volcán)”. En este foro -organizado por el Colegio Notarial de Canarias, el Consejo General del Notariado (CGN) y la Fundación Notariado– participaron profesionales de la Justicia, la Economía, la Arquitectura y del Catastro, junto con autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales (incluidos los alcaldes de las zonas afectadas).

Quizás el mismo título invocado para las Jornadas es revelador: pasado un año, aún no se han encontrado estas ideas, sigue sufriéndose una estrepitosa ausencia de proyecto colectivo coordinado, las propuestas se mueren en discusiones estériles y laberintos administrativos, las ayudas son irrisorias y se han judicializado. El segundo día de las Jornadas cayó como vinagre en una herida la noticia de que se aportaban 170 millones de euros a la Fundación Bill Gates mientras La Palma seguía mendigando tras recibir cantidades que casi pueden calificarse de bolsillo. Se han ignorado las grandes posibilidades de retorno de esas ayudas que existirían de afrontarse (como sucedió en Islandia) proyectos como los que algunos de los asistentes sugirieron y que forman parte del sueño que he desarrollado a mi manera en la primera parte de este texto.

 Vi los rostros de algunos palmeros queridos agotados por el esfuerzo y desgastados por la falta de resultados, pero nunca resignados, manteniendo una heroica resistencia individual que, sin embargo, un año después, estaba saturada de desengaño.

Vi cómo en el lugar en el que la lava cubrió las casas que describí en mis actas se iba abriendo una carretera. Una carretera cuyo primer golpe lo dio un palmero que no quiso esperar a que le dijeran que podía pisar la lava que sepultó su casa.

Mientras conducía por ella, en sus márgenes humeantes emergían algunas casas agrietadas, restos de muros quebrados, ruinas de hogares. Con el mismo dolor vi las imágenes de los contenedores de mercancías que aún se piensan como una forma de vivienda digna para quienes la han perdido y que sólo 400 días después se han entregado.

Al final de la carretera, en un atardecer rojizo de una belleza que no podría describir, una playa con bañistas, unos jóvenes con bicicletas, nuevas amapolas que han nacido… la vida que sigue dejando atrás la lava.

Dudé volver a La Palma. Me habían invitado para agradecerme de manera pública haber estado allí. Ya expresé en mi anterior artículo lo que significó ir, un privilegio por el que era yo la agradecida, pero en mi quizás anticuada educación resuena la frase de mis padres, “es de bien nacido ser agradecido”, y quise recibir mi diploma personalmente. También quería saber qué había pasado de verdad en estos meses tras el desastre.

Esos días allí había periodistas, miembros del Consejo de Estado, numerosas convocatorias al hilo del aniversario del volcán. Todos nos hemos marchado ya, hemos seguido nuestras vidas también dejando atrás la lava.

Llovía furiosa y torrencialmente antes de abandonar la isla, como si La Palma respondiera con ira a presencias de mera conveniencia que nada aportaban ya.

En esta carta, que es de amor a La Palma, quiero seguir creyendo que un día sea posible el sueño de que la muerte del fuego dé paso al renacer de una forma de vida diferente…

De ser así, serán ellos, los palmeros, quienes lo habrán conseguido. Y, por ello, con respeto y admiración, ruego hoy.

 

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Atardecer sobre la isla de La Palma, vista desde el volcán Samara en el noroeste de Tenerife. Por freakyman en Flikr https://www.flickr.com/photos/freakyman/

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